Al síndrome de los 7 metros, se le llama en inglés Shallow Water Blackout (apagón en aguas poco profundas), porque en realidad lo que ocurre es eso, un apagón de golpe de la consciencia.

No hay un aviso previo. En décimas de segundo se pasa de estar consciente, a perder el sentido y desmayarse, lo que en los apneistas les produce el ahogamiento si nadie lo advierte, pues se vuelven hacia el fondo, sobre todo si van lastrados. Por qué se produce este sincope? Básicamente por una excesiva hiperventilación en los momentos antes de sumergirse.

La gente cree que por hiperventilar, el cuerpo toma más oxigeno, y no es así; lo único que desciende es el nivel de CO2 en sangre, y el apneista entra en un estado de euforia que le da falsas sensaciones.
La necesidad de respirar no es por la falta de oxígeno en sí, sino por el aumento de CO2 (que van unidos por la ley de Dalton). Y si un apneista ha hiperventilado tanto que el nivel de CO2 es muy bajo, cuando está bajo el agua, ese nivel seguirá bajo por mucho tiempo (más del permitido por la falta de oxígeno), dándole al buceador una falsa sensación de que puede estar aun mucho más tiempo sin respirar.


Hay muchos apneistas que se han desmayado en ese momento de espera en el fondo, sin llegar a subir a superficie, y es porque la falta de esa presión de CO2, el cerebro no le advierte de que no tiene el suficiente oxígeno. El CO2 no avisa y el cuerpo no se entera, simplemente se desmaya y a ese momento se le suele llamar la muerte dulce, pues en ningún momento han sentido la necesidad de respirar, y por tanto, esa angustia que nos entra cuando ya no podemos aguantar más en apnea.

Gente que ha rescatado cuerpos de ahogados en esta circunstancia, ha comentado que el fallecido tenía una expresión serena, incluso placentera, nada que ver con las muecas que se hacen cuando uno se está ahogando.
Pues bien, si el apneista que ha hiperventilado espera a subir cuando nota que le falta aire, al ascender, la presión de los gases en nuestro organismo, concretamente a la del CO2, que es el gas que se ha ido acumulando durante la apnea aumenta considerablemente y todos sabemos que el doble en los últimos 10 m. Sobre los 5-7 m, la presión del CO2 se dispara, y el oxígeno baja considerablemente, con lo que en décimas de segundo se produce un desmayo.

Durante la apnea, el CO2 va en aumento, mientras que el oxígeno en disminución, por lo que, cuando llega el momento del ascenso, los valores pasan casi al doble de CO2 y a la mitad de Oxigeno. Una forma de salir airoso a pesar de padecer un sincope de estos, es ir poco lastrado durante el ascenso.

Otro texto sobre el tema:
La apnea o buceo a pulmón no es una variedad sencilla del submarinismo con botellas. Casi todos los accidentes propios del buceo con escafandra autónoma se pueden producir también con el buceo a pulmón libre, como los barotraumatismos, formación de burbujas de nitrógeno en los tejidos, lesiones producidas por animales o los trastornos debido al frío. Sin embargo, los accidentes característicos del buceo en apnea se producen como consecuencia de la disminución de oxígeno en los tejidos. Repetidos episodios de estados hipoxicos pueden provocar a la larga, lesiones irreversibles en el tejido cerebral.

Las estadísticas desvelan que existe más riesgo en esta modalidad que con el buceo con equipo autónomo.

El sincope de los 7 metros es un desmayo que se produce durante el ascenso del apneista en los últimos 10 metros antes de alcanzar la superficie. Este accidente, que solo se presenta en los buceadores en apnea, recibe también el nombre de Sincope de las aguas bajas o Sincope hipoxico.

Para iniciar una inmersión en apnea, el buceador a pulmón realiza una serie de hiperventilaciones. Esta acción reduce la presión parcial del dióxido de carbono en el organismo, cuya concentración es la que activa los estímulos que constituyen nuestra señal de alarma natural para respirar.
De esta forma se retrasa deliberadamente la necesidad de respiración. Insistimos en que la necesidad de aire cuando aguantamos la respiración la desencadena el aumento de concentración de dióxido de carbono (CO2), y no la disminución de oxígeno (O2). Por eso las hiperventilaciones sin control aumentan el riesgo de sufrir este tipo de accidentes.

Durante la apnea, aunque se interrumpe la respiración de forma voluntaria, los demás procesos fisiológicos continúan, por ejemplo, la absorción de nitrógeno por los tejidos, de modo que un apneista puede sufrir un ataque de descompresión. Por tal motivo se recomienda no practicar apneas después de una inmersión con botellas.
El apneista se sumerge y empieza a consumir oxígeno y a generar dióxido de carbono... La baja tasa de dióxido de carbono conseguida con la hiperventilación, hace posible que el sujeto prolongue su apnea bastantes segundos más sin esfuerzo aparente. Al sentir nuevamente la falta de aire, el buceador decide dar por terminada su apnea.

Durante el ascenso se produce una inversión del flujo de O2, es decir, se favorece la difusión del oxígeno hacia los pulmones debido a la diferencia de gradiente. Esto origina una anoxia de instalación brusca en el cerebro que ocasiona la pérdida de conocimiento, y si el buceador no es socorrido, la muerte por ahogamiento.