Cuando Rafa Mesa (Arrecife, 1969) tenía cinco años estuvo a punto de ahogarse en Arrieta, en la playa de La Garita. No sabía nadar pero se metió al agua por curiosidad, perdió pie y lo acabaron sacando semiinconsciente después de pedir socorro. Ya se sabe que el miedo, en ocasiones, paraliza y en otras ejerce como catalizador. El verano siguiente, Rafa ya sabía nadar, y después aprendió a bucear. Hoy es el presidente del Club de actividades subacuáticas Pastinaca.
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Nació en el barrio de Los Alonso “entre fábricas de pescado” y lleva el amor al mar “en la sangre”. De chinijo siempre estaba metido en los charcos, y para encontrarlo, lo más seguro era darse una vuelta por la orilla del mar. El buceo, el contacto con el salitre, no es una afición sino “una necesidad”, dice.
Explica de forma minuciosa y clara los detalles de ese mundo y muestra con orgullo la sede del club, en Argana Baja. En una de las paredes cuelga una foto hecha por él: una morena sale de su agujero invitando con sus dientes a la cámara a que se marche, y de fondo aparecen unas algas que parecen pintadas con acuarela. Se afana en explicar que es un efecto natural, nada de Photoshop.
Desde hace veinte años, inmersión tras inmersión, Rafa ha ido conociendo los fondos marinos de la Isla. Por eso dice que los atractivos del buceo en Lanzarote son tres: las buenas condiciones del agua, su color, su temperatura y su visibilidad; los fondos volcánicos, que dibujan otra Timanfaya bajo el mar como la que hay sobre la tierra; y la biodiversidad, la fauna marina.
Pero también son tres los factores que cambiaron los fondos: en Arrecife, el crecimiento industrial; en la Isla entera, el crecimiento turístico; y en todos lados, la sobrepesca. Hace años, explica, en la bahía de la capital de la Isla se podían ver meros, jureles o langostas, porque Arrecife, con sus aguas poco profundas, se convierte en una guardería para muchas especies en las primeras etapas de su vida. El desarrollo de la ciudad no sólo cambió su faz, sino también sus fondos, pero Rafa y su club de buceo se han empeñado en intentar recuperar el esplendor perdido.
El Club Pastinaca se creó en el año 1993 y nació con vocación ecológica y conservacionista. El presidente que precedió a Rafa ya advirtió a mediados de los noventa de que la presencia del erizo diadema en las costas de la Isla se estaba convirtiendo en una invasión, aunque nadie hizo caso hasta diez años después.
El famoso erizo es un habitante del ecosistema canario, no un invasor, pero es un herbívoro insaciable y deja las rocas limpias de algas, creando lo que se llama blanquizales. Si no hay algas no hay peces buscando algas para echarse a la boca, así que la expansión del erizo diadema es un ataque frontal a toda la fauna marina.
Por fin, en 2007, se inició la campaña de erradicación del erizo diadema, promovida por el Club Pastinaca, que se extendió hasta el año pasado y en la que también participaron otros clubes de Haría, Tías, Yaiza y Teguise. El Club Pastinaca se encargó de una cuadrícula de 2.500 metros cuadrados en el muelle comercial de la que sacaron 25.000 erizos. Tres meses después, las algas ya habían vuelto a las rocas y los erizos no.
La limpieza la llevaron a cabo socios voluntarios del club, cerca de 60, lo que da “la magnitud de la fuerza del voluntariado del Pastinaca”, según destaca su presidente, que asegura que los buceadores que se apuntan al Pastinaca ya llegan con la conciencia ecológica o la adquieren pronto.
Los buceadores del Pastinaca, aunque haya terminado la campaña oficialmente, continúan haciendo limpiezas periódicas del erizo, además de las que suelen hacer para extraer basura de la bahía de Arrecife: del Charco, de Puerto Naos...
“Nunca se ha dejado de hacer una limpieza por falta de voluntarios”, dice Rafa Mesa. Así que esta es la filosofía del club y su compromiso con la ciudad de Arrecife. “Y de momento va a seguir siendo así por mucho tiempo”.






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