El club de buceo Trotafons realizó una inmersión en la cueva del Moraig, situada en la población de Benitachell.
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El grupo, compuesto por seis buceadores de Trotafons, nos reunimos temprano en la sede de nuestro club y después de revisar equipos y documentación salimos dirección Benitachell. Como estaba previsto, llegamos a las 10 de la mañana y, después de descargar equipos y aparcar coches, hicimos una pequeña charla sobre la inmersión y protocolos de actuación en caso de problemas. Una vez todos lo tuvimos claro, nos pusimos a montar nuestros equipos. El mar estaba un poco movido, pero con poco de paciencia bajamos los equipos hasta la entrada al sifón que nos llevaría a mar abierto.

Una vez dentro del sifón y establecidas las parejas, bajamos dejando un cabo guía para facilitar el regreso a superficie. Algunos ya empezaban a derrochar adrenalina y sensaciones hasta ese momento desconocidas. Una vez llegados a un fondo de unos cuatro metros, alcanzamos a ver la salida a mar abierto y algunos ya respiraron más tranquilos.

Empezamos el trayecto hasta la cueva principal, pero primero nos deleitamos por el camino con unas paredes llenas de esponjas que, al ser iluminadas con nuestros focos, nos deslumbran con colores vivos, de diferentes tonalidades. También nos encontramos con algún unibranquio que se deja ver entre las esponjas. Más adelante vimos un pulpo en un agujero escondido.

Siguiendo la ruta prevista, a unos 30 metros del sifón hicimos un giro al oeste y después de 20 metros nos adentramos en una bóveda de unos 30 metros, salimos a superficie y comentamos lo bonito que es y ese olor a tierra húmeda tan especial.

Aunque ya conocía muy bien la cueva, decidí entrar con un compañero de confianza a ver la corriente que había, para comprobar en qué condiciones está, pues en un foro de buceo se comentó que tras el último terremoto de Alicante hubo derrumbes en Moraig.

Efectivamente, la cueva sufrió varios desprendimientos de piedra, pero no afectaba a la posibilidad de visitarla. Después de inspeccionarla bien, salimos a la bóveda y explicamos en qué condiciones se encuentra. Aunque en la primera explicación ya se dijo, insistimos en que existen unos tres metros a la entrada donde la corriente es muy fuerte y hay que cogerse a las piedras y empujar para dentro. En ese mismo punto la visibilidad es casi nula debido a la mezcla de agua dulce del río y agua salada del mar, pero sólo es un instante lo que se tarda en cruzar esos tres metros. Además, me quedaré en ese punto por si necesitan ayuda.

Entraron todos sin problemas y visitamos todos los recoletos. Pudimos ver un grupo de lisas de gran tamaño, llegamos hasta la entrada principal de la cueva y pasamos por la entrada de dos oquedades de dimensiones más pequeñas.

Tras la señal convenida, salimos de la cueva, esta vez con la corriente a favor salimos lanzados hacia la bóveda que nos devolvió a la superficie. Todos querían hablar a la vez para explicar las sensaciones, emociones y miedos, en definitiva, todos entusiasmados con la visita.

Comprobamos el aire que nos quedaba en la botella y, para calmar los nervios y el frío, ya que en la cueva el agua estaba casi ocho grados más fría que la de mar, decidimos dar un paseo por la zona y volver al sifón por donde entramos.

Después de un paseo nos acercamos donde dejamos el cabo guía y con tranquilidad salimos a superficie y dimos por finalizada la inmersión.

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