Hace siete años que el Ayuntamiento de Calviá intenta hundir la fragata Baleares frente a la costa de Santa Ponsa para crear un arrecife artificial y fomentar así el turismo de buceo en el municipio. No ha sido posible por la negativa del Ministerio de Medio Ambiente a autorizarlo, presionado en su momento por la oposición frontal al proyecto de varias organizaciones ecologistas. El caso está en la Audiencia Nacional pendiente de resolución. En los últimos diez años se han hundido más de una veintena de grandes barcos de guerra en países como Nueva Zelanda, Australia y Canadá, nada sospechosos de laxitud en sus legislaciones ambientales. Greenpeace autorizó que el Raimbow Warrior, el buque insignia de su activismo durante años, descansará en paz frente a un atolón del Pacífico por su valor simbólico y porque así lo pidieron los habitantes de aquel islote. Aceptamos pulpo como animal de compañía porque no todos los días los servicios secretos de un país supuestamente civilizado se cubren de vergüenza atentando contra un barco ecologista. No entraré en la guerra de informes sobre impacto ambiental favorables o desfavorables al proyecto calvianer. Me limito a constatar que lo que aquí para algunos resulta una tragedia, en estados que nos llevan treinta años de ventaja en cuestiones ambientales el debate está completamente superado.
No hace falta irse a las antípodas. Durante el mes de agosto British Airways va a transportar en sus aviones a más de tres millones de pasajeros. Muchos de ellos alargarán la mano en su asiento y echarán un vistazo a su revista corporativa, plagada de información sobre destinos de viaje para poner los dientes largos a sus clientes y que continúen volando en sus aviones. La cuestión deviene cómica al comprobar que, en sus casi cien páginas, la única referencia a un destino turístico de primer orden como Balears se encuentra en una sección titulada más o menos: "Si te gustó tal sitio, te gustará este otro". Oporto frente a la Toscana, Singapur frente a Dubai, Dublín frente a Venecia, Puerto Rico frente a Dominicana, e Ibiza frente… ¡al Mar Rojo! La Pitiusa mayor se destaca como punto de referencia mundial para los amantes del buceo, y cita textualmente los paraísos submarinos de Sa Pedrera, Es Vedranell y el buque mercante Don Pedro, que naufragó en 2007 a una milla escasa de la costa con ciento cincuenta toneladas de fuel en su interior. El barco se va a pique una noche a las tres de la madrugada sin que todavía conozcamos bien las causas y al poco, sin intervención previa de la Audiencia Nacional, se transforma en un oasis de vida marina y en un polo de atracción para un nicho concreto del mercado turístico internacional.

La defensa del medio ambiente ha dejado de ser una opción política para convertirse en una necesidad y una obligación ineludible. Y a ello han contribuido en gran medida las organizaciones ecologistas con sus denuncias y mensajes de concienciación. Por desgracia, la insistencia en un discurso apocalíptico ha mermado en gran medida su credibilidad, e incluso una parte importante de la opinión pública que mantiene sus simpatías por estas organizaciones recela de su catastrofismo permanente. Pero además, estos días hemos sabido que tampoco prestaron su apoyo a los promotores de un proyecto de energía solar en Alcudia, para instalar placas fotovoltaicas en el solar que ocupa el vertedero de cenizas de la central térmica de Es Murterar, con una inversión de cien millones de euros y capacidad para abastecer a 60.000 personas. La producción de energías renovables en nuestra comunidad está a años luz de alcanzar los porcentajes a nivel nacional. Los ecologistas han bloqueado varios parques de energía eólica por su impacto visual, y también se oponen, con razón, a la proliferación de multitud de pequeños huertos solares de escasa potencia. ¿Dónde estaba entonces el problema? El discurso ecologista tampoco será sostenible si no es renovable. Instalarse de manera vitalicia en la utopía y el discurso del no a costa de incurrir en flagrantes contradicciones terminará por convertir estas organizaciones en grupos de frikis bienintencionados a los que no escucha nadie.

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