Xabier Nieto. Director del Museo Nacional de Arqueología Subacuática«Lo lógico es que las monedas se lleven al museo nacional, pero tendría que hacerse una muestra por toda España»


Lleva algo menos de nueve meses al frente del Museo Nacional de Arqueología Subacuática (Arqua) de Cartagena, un centro y una ciudad (donde vive) que considera casi su casa porque, si bien nació en Madrid en 1948, a los pocos días estaba ya en Petrel (Alicante) y por cercanía inició la carrera en Murcia y visitaba con frecuencia la ciudad portuaria. «Era la época del bocadillo de calamares y un ir y venir de jóvenes de la mili», recuerda de los años setenta, cuando no existía siquiera el Museo Nacional de Arqueología Marítima, embrión del Arqua. En la apertura de éste se destacó como asesor y patrono, y ahora lleva las riendas tras el fugaz paso de Iván Negueruela y, antes, de Rafael Azuar. Doctor por la Universidad Autónoma de Barcelona y ex director del Centro de Arqueología Subacuática de Cataluña, se ha marcado como reto consolidar el museo. Comedido, dice que si España recupera el tesoro de la fragata española 'Nuestra Señora de las Mercedes' expoliado por la empresa estadounidense Odyssey, aquél debe ir a Cartagena, pero defiende una exposición itinerante por todo el país.
- ¿Cómo recuerda la Cartagena que conoció como estudiante y en qué la ve más cambiada?
- Estudié en Murcia los tres primeros cursos, en lo que conocíamos como 'los comunes'. Venía dos o tres veces al año a Cartagena a conferencias, cursos... Luego me fui a Barcelona, pero estuve en 1982 en la apertura del Museo Nacional de Arqueología Marítima y Centro Nacional de Investigaciones Arqueológicas Submarinas. Para mí, fue la época del bocadillo de calamares, el ir y venir de jóvenes que hacían la mili y las moles que separaban la zona del puerto y los astilleros, con todo lleno de buques. Ya de cara a la apertura de este museo, en 2008, asesoré al Ministerio de Cultura. Y ahora no solo soy director del Arqua, sino que vivo aquí. Y la Cartagena del 2011 no tiene nada que ver con aquélla otra. Es una ciudad abierta, mediterránea, dinámica e incluso bella en la zona portuaria.
- ¿O sea, que lo suyo no ha sido una inmersión a ciegas?
- ¡Qué va! No me he zambullido en el agua sin saber si había rocas debajo. Estoy muy contento y muy satisfecho de dirigir este museo y de vivir en esta ciudad.
- En cuatro décadas, ¿cuánto ha avanzado el conocimiento de la Arqueología Subacuática y el respeto al patrimonio?
- Se ha avanzado muchísimo. Uno de los problemas que teníamos hasta los años ochenta es que no había técnicos para proteger el patrimonio y divulgarlo. Había la impresión de que el que se encontraba algo se lo quedaba, que el mar no era de nadie. Y no es que no sea de nadie, es que es de todos. Y por eso hay que proteger lo que está en él. La legislación ha ido progresando y eso ha aumentado la visibilidad de estas actividades y la sensibilidad ciudadana. A nadie se le ocurre alardear de que tiene un ánfora. No solo está mal visto; es que quien roba una y lo va diciendo por ahí sabe que en cualquier momento se le presenta la Guardia Civil en la puerta de su casa.
- ¿En qué grado sigue el expolio?
- Hace unos años había gente que vivía de forma organizada de él. En estos momentos, no. Ahora el problema es más el buceador deportivo que sale un domingo por la mañana al mar, se encuentra algo y se lo queda.
- Habrá quién piense: ¿Para qué se invierte dinero público en sacar del fondo del mar vasijas, cubos de bronce o peines de madera con la que está cayendo a nivel económico? ¿Qué justificación tiene?
- Está muy claro. Que se lo pregunten a los italianos. O, sin irse muy lejos, que nos lo digan a los españoles. Las campañas arqueológicas en el mar, como las que se hacen sobre tierra firme, permiten recuperar, poner en valor y hacer accesible a todo el mundo un patrimonio cultural de primer orden. Y eso está ligado al impulso del turismo. ¿Y no es el turismo una de las primeras fuentes de ingresos de Italia y de España? Cartagena lo ha entendido perfectamente y valientemente, al apostar por ejemplo por el Teatro Romano. Nadie discute que es ya un símbolo de la ciudad y una fuente de ingresos y generación de actividad económica vital. El turismo de sol y playa ya no basta. Hay que ofrecer algo más, y ese algo más es nuestro patrimonio cultural.
- ¿Qué lugar ocupa el Arqua en la oferta turística de Cartagena?
- Tenemos ya cien mil visitantes al año, más de la mitad de fuera del municipio. Aún somos un museo joven, que está aprendiendo a andar solo. Tenemos que desarrollar nuestras potencialidades, entre otras cosas a través del boca a boca. Calculo que vamos a necesitar cinco o seis años para sedimentarnos.
- ¿Qué atractivos destacaría?
- Básicamente, tenemos dos: no solo el contenido, sino el propio edificio, ya que se apostó por hacerlo junto al mar. De lo primero, a veces hay quien dice: 'Tenéis pocas piezas'. Pero precisamente buscamos eso, exponer sólo las más simbólicas, las que mejor nos ayudan a contar qué es la arqueología subacuática y qué nos aporta. Tenemos el doble de piezas fuera de exposición, porque huimos de la idea de vitrina-almacén. No queremos ese tipo de museos en el que hay salas recargadas, y donde a la segunda pieza ya no sabes qué es lo importante y estás mareado. Aquí seleccionamos las piezas desde la época fenicia, la más antigua de la que tenemos documentación, que mejor nos ayudan a comprender qué somos, cuál es nuestra identidad como pueblo. Y también apostamos por un museo interactivo, en el que el visitante no solo sea un elemento pasivo, que mira piezas y se va.
- ¿Y qué somos como pueblo? ¿Qué lecciones históricas aprendemos en el Arqua?
- La historia de los países evoluciona en forma de dientes de sierra. Hay periodos de esplendor y de declive, pero queda claro que, gracias al mar, somos un pueblo con vocación universal. La esencia de España se ha configurado a través del intercambio comercial desde los fenicios y de nuestra expansión por el mundo a través del Mediterráneo, el Atlántico y el resto de mares y océanos. Esa vocación universal también guía la actividad del museo.
- ¿A qué se refiere?
- Desde aquí se impulsa la cooperación de España en campañas arqueológicas en zonas por donde ha pasado nuestra flota, como América o Filipinas, y sirve de centro de formación de técnicos de todo el mundo. En otoño, acogeremos un congreso de la Unesco al que vendrán veinte técnicos de África y Sudamérica para que se instruyan y puedan lograr avances en el respeto del patrimonio sumergido en sus países.
- España y Estados Unidos han firmado un pacto de colaboración para proteger los barcos españoles hundidos, en especial en aguas de Florida y la zona caribeña. ¿Cuántas embarcaciones calculan que se comieron las olas?
- Me hace mucha gracia cuando me preguntan por cifras. Lo importante no es el número, que por otra parte es complicado de saber porque las cartas náuticas no están recopiladas en un único lugar y además se actualizan constantemente. Lo relevante es lo que los yacimientos nos relevan acerca de nuestra historia. Para el arqueólogo, lo importante no es la carga, sino la información que aporta. Si me das a elegir entre un galeón repleto de monedas de oro y rubíes y un barco etrusco, me quedaría sin pensarlo con el barco etrusco. Si lo que importara fuera la carga, en vez de museos habría tiendas de tesoros.
- ¿Y qué me dice de los cazatesoros? España reclama en los tribunales de Estados Unidos que la empresa Odyssey le entregue las riquezas que sacó de la fragata 'Nuestra Señora de las Mercedes'(hundida en el siglo XIX por un acorazado británico con 594.000 monedas de oro y plata valoradas en unos 500 millones de euros).
- No es que la carga de un barco carezca de importancia, sino que lo más valioso es lo que la embarcación revela sobre rutas comerciales, forma de transporte de mercancías, técnicas de construcción naval... En el caso del Odyssey, hay es un pleito que ha llegado al Supremo y en el que España reclama que se cumpla la legislación internacional según la cual los buques de Estado son de ese Estado, al margen de dónde se hundieran. Se considera que estaban en tránsito.
- ¿Es optimista respecto al fallo de la Justicia estadounidense?
- No podemos hacer otra cosa que esperar la decisión del tribunal, que es independiente y tiene la última palabra. Pero es un hecho es que, hasta ahora, en todas las instancias España ha logrado fallos a favor.
- ¿Qué le sugiere el 'caso Odyssey'?
- Que es lamentable el expolio. Ganar el caso sentaría un importantísimo precedente en el reconocimiento de los derechos de los Estados sobre su patrimonio sumergido. De todas formas, la empresa ya ha ganado.
- ¿Puede explicarlo?
- Se habla mucho de las monedas en sí, pero se olvida que en el caso de los cazaterosos lo que importa es el valor en Bolsa de anunciar que uno las tiene. La empresa ha jugado con su valor en Bolsa. Anunció que tenía el tesoro y su cotización se disparó. El beneficio ya está hecho.
- En términos turísticos, España se beneficiaría de exhibir el tesoro. ¿Qué posibilidades hay de que su destino sea el Arqua?
- Estoy convencido de que se expondría en el Arqua. Lo que no sé es si permanentemente o no. Ésa es una decisión política.
- ¿Adónde deben ir las piezas?
- Lo lógico es que las monedas se lleven al Arqua, porque es el museo nacional. Como director, lucharé por que vengan aquí. Ahora, creo que tendrían que formar parte de una exposición itinerante por toda España, al igual que se hace con las colecciones del Louvre o de otros grandes museos. Y también digo una cosa: hay que pensar seriamente en qué se hace con tantas toneladas de monedas. No me las imagino expuestas todas en el museo. Lo importante es la historia que nos cuentan.

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