Voluntarios de CAM recogen basuras y aprenden sobre el cuidado de la naturaleza en Tabarca

Más de doscientas personas pasan dos días en la isla para realizar labores de limpieza y conocer, junto a dos expertos, el ecosistema

«Un paraíso para los buceadores, los peces, las algas y, un día lo fue, para la foca monje». Así describía ayer la Isla de Tabarca Octavio Vicente, gestor medioambiental de los proyectos de Obra Social de Caja Mediterráneo, en la explicación de la importancia que el ecosistema protegido de la pequeña isla tiene para la conservación de la fauna y la flora mediterránea.
Esta institución bancaria, junto a la colaboración de la Concejalía de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Alicante, organizan, desde hace varios años, las Jornadas de Voluntariado en la Isla de Tabarca, donde doscientas personas de perfil heterogéneo participan de dos días de convivencia, aprendizaje sobre la historia y el ecosistema insular y de recogida de basura.
Según explicó Pablo García, uno de los coordinadores de las jornadas, «las plazas se acabaron en la primera semana de inscripción y la lista de espera no paró de aumentar hasta el cierre del plazo». Sobre el perfil de los voluntarios, Vicente añadió que «es un grupo muy heterogéneo, no se centra en estudiantes de ciencias o biología como sucede en otros proyectos de voluntariado. En este hay gente de todas las edades y todas las procedencias que quieren aportar su grano de arena al medio ambiente».
Las doscientas personas que participan de las jornadas durante los meses de julio y agosto se distribuyen en grupos de 25 personas cada semana. La llegada se produce el miércoles. Acuden al Centro de Educación Ambiental. Posteriormente, Felio Lozano, el biólogo marino del proyecto, les explica el valor de la fauna y la flora de la isla y la importancia de su conservación. Tras esto, se desplazan a comprobar de primera mano, mediante el buceo en apnea, las explicaciones del biólogo.
La noche guarda uno de los momentos más llamativos. Pese a no formar parte de la labor sobre la naturaleza, los voluntarios pueden disfrutar del cielo estrellado, sin a penas contaminación lumínica, mediante telescopios.
Al día siguiente, llega el momento del trabajo al sol. Durante unas tres horas, los voluntarios se distribuyen en grupos de cinco personas para recoger la basura que encuentran a su paso en varias zonas de la isla. Además, el encuentro con los turistas supone un aliciente educador, ya que la visión de personas recogiendo basura y las conversaciones que se suelen entablar por la curiosidad de los bañistas, hace que la conciencia medioambiental se expanda. Tras el arduo trabajo y un baño refrescante, José Manuel Pérez, arqueólogo director del Museo de Nueva Tabarca, les muestra la instalación museística y los orígenes de la población tabarquina para, finalmente, agradecer la labor que realizan para conservar el «gran valor de un enclave histórico, natural, artístico y etnográfico, en solo unas treinta hectáreas».

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