Buceo y campamento en la reserva de la biósfera que alberga al único arrecife coralino del pacífico oriental
Un azul intenso baña la Reserva de la Biósfera Cabo Pulmo, localizada entre los municipios de La Paz y San José del Cabo. Pepe, nuestro instructor de buceo, dice que aquí se encuentra el único arrecife coralino de la costa del Pacífico oriental, que va de Alaska hasta Tierra de Fuego. Corremos el cierre del traje de neopreno y nos subimos a la lancha, vamos a comprobar si aquello en verdad es un paraíso submarino. Nos colocamos de espaldas al mar y en la orilla de la embarcación. Conteo regresivo y al agua. El cinturón de plomo nos hunde siete metros de profundidad. Las burbujas generadas por nuestra respiración no impiden que observemos los primeros animales.
Estamos bajo el Islote, en el extremo sur de la bahía. Un mundo de color se despliega ante nosotros. Abanicos de mar de intensos rojos, violetas, naranjas y blancos. Entre ellos se desplazan familias de peces ángel, mariposa, caballitos de mar e ídolos moro (planos con rayas blancas, amarillas y negras). Antes de continuar, dejamos que pase el cardumen de pargos. Giran a nuestro alrededor y escapan a gran velocidad
La fuga se debe a que un lobo marino los asecha. Sí, en estas aguas también es posible convivir con grandes especies como el tiburón martillo y el tiburón ballena, la ballena gris y las mantarrayas gigantes. En esta ocasión, es la manta la que aparece en escena. Viene de más abajo en busca de alimento.
Descendemos tres metros más. Los oídos sienten la presión, pasando saliva es la mejor forma de compensarlos. A pesar de llevar el traje de neopreno, el cuerpo siente los cambios de temperatura. Fría y luego caliente, y luego helada: corrientes que van y vienen.
Un tanque de aire sólo nos alcanzará para una hora de inmersión, así que continuamos nuestro trayecto. Entre las algas que se tambalean se esconden los erizos de mar y el pez globo. Podemos tocarlo y ver cómo infla esos cachetes de color amarillo.
Después de la calma
Ya en la superficie, montamos nuestras casas de campaña a la orilla de un acantilado, se escucha el bufar del mar. Nuestro hogar provisional se rodea de vegetación desértica: cactus, chayas, biznagas y mezquites.
El sol pega con fuerza, pero está prohibido utilizar cualquier tipo de bloqueador solar, por más biodegradable que éste sea. Como en toda reserva, hay reglas que se deben seguir al pie de la letra: no se permite pescar, ni tocar los corales, ni prender fogatas, llevar cuchillos, guantes o arpones. El recuerdo sólo se queda en fotos, si se cuenta con el equipo necesario, y en la memoria.
Pepe dice que a Cabo Pulmo no sólo se va a tomar lecciones de buceo, también a conocer parte de lo que Jacques Cousteau denominó "el acuario más grande del mundo", el cual se calcula tiene una edad de 25 mil años.
Después de un almuerzo ligero y de haber recargado los tanques de aire, nos vamos de nuevo, pero ahora al norte de Cabo, a El Bajo.
La máxima profundidad es de 14 metros. No hay necesidad de sumergirse completamente, la visibilidad es perfecta, sobre todo porque estamos en verano, la mejor temporada para visitar el área. También el otoño es buena época y con menos visitantes.
El Bajo es una estrecha franja de rocas volcánicas, cortada por canales arenosos en donde habitan las estrellas de mar más hermosas que hayamos visto. Las hay de colores y texturas diferentes: rojas, moradas, con puntitos negros, blancos, amarillos; lisas y corrugadas. Las esponjas les hacen compañía y, hasta el fondo, como una alfombra verde, el pasto marino.
Es aquí cuando nuestros ojos se quedan fijos. Las legendarias tortugas se alimentan al fondo. Padres y crías pasan sin temor al lado de nosotros. La cuenta se pierde en 18, ha llegado otro grupo de buzos y preferimos salir del agua e ir a descansar.
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