A lo largo de 45 km de playa blanca, sitios arqueológicos y una laguna de siete tonos de azul, el visitante encontrará un gran abanico de experiencias

Los distintos tonos de azul que adquiere el mar, según va cambiando la posición del sol, conforman bahías caribeñas, ríos caudalosos, así como una laguna de siete colores, rodeados de selva tropical, manglares, cenotes y arrecifes que seducen a visitantes del mundo a adentrarse a lugares ecoturísticos, envueltos en historias de piratas y leyendas mayas.

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La experiencia inicia en Chactemal “lugar donde crecen los árboles rojos”, ahora conocida como la ciudad de Chetumal y capital del estado de Quintana Roo, ubicada en la Península de Yucatán.
Su cercanía con Belice la hace una ciudad importante en la región y el principal punto de comercio con ese país. A ocho kilómetros al poniente del centro de Chetumal está Subteniente López, el poblado fronterizo con Belice, ahí se encuentra el famoso sitio “la Zona Libre” que resguarda varios comercios que ofrecen mercancías libres de impuestos como perfumes, ropa y accesorios, así como varios casinos abiertos las 24 horas.
Después de Chetumal, el recorrido parte hacia Calderitas. Hacia el sur se encuentra la zona arqueológica de Kohunlich, siguiendo al noroeste con Bacalar rumbo a Mahahual.
Bahía Manatí
La primera visita es a la marina Villa Manatí, ubicada en el centro de Chetumal. Un pontón u embarcación espera a los visitantes para trasladarlos por la bahía Manatí a un pequeño poblado de pescadores llamado Calderitas, el cual se localiza a 13 kilómetros al norte de la ciudad.
Este sitio, famoso por sus mariscos servidos en sus diversos restaurantes especializados, ofrece una amplia variedad de platillos del mar, como un pescado en pipián, una sopa de mariscos y un cebiche de caracol.
Durante la travesía es posible avistar el mayor atractivo de la bahía: los manatíes, los cuales se observan en su estado natural. Normalmente estos mamíferos salen a la superficie por la mañana o durante el atardecer.
De regreso a Chetumal, otro punto de visita obligada es el boulevard, un malecón que se extiende a lo largo de la bahía, con un corredor escultórico de tres kilómetros. Resguarda 17 piezas de artistas de renombre como José Luis Cuevas y Pedro Cervantes, y a lo largo del malecón se encuentran los puestos de “marquesitas”, un postre tradicional de la región hecho a base de pasta de hot cake en forma de cono crujiente, endulzado con chocolate, leche condensada o mermelada con el toque salado del queso de bola o filadelfia, un postre típico que no hay que dejar de probar.


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Cosmovisión Maya
Para quienes les interesa conocer más acerca de la cultura ancestral del sitio, otro punto del recorrido y uno de los principales atractivos del estado de Quintana Roo es el Museo de la Cultura Maya, que se localiza en el centro de Chetumal, en la avenida Héroes. Además de resguardar esculturas, artefactos, maquetación de sus palacios y templos, es el único museo que está edificado de acuerdo a la cosmovisión maya de la “Ceiba Sagrada”, en la que el mundo se divide en tres niveles: la tierra, el inframundo y el cielo.
En el nivel central del recinto, el que corresponde a la tierra, es posible observar las construcciones de diferentes pirámides, utensilios e historia de la vida maya.
En la parte inferior se localiza el inframundo. Los mayas creían que al término de la vida, el espíritu descendía a una región de sombras llamada Xibalbá. El lugar era habitado por los Nueve Señores de la Noche o Bolón-ti-Ku, quienes gobernaban el sitio. Ellos pensaban que las cavernas, cenotes y raíces también pertenecían al inframundo.
La ruta sigue en la parte superior del museo, el lugar de los Trece Cielos, donde se creía que vivían las deidades, los OxlahúntiKu o Trece Señores del supramundo. Este espacio resguarda los conocimientos mayas, como el calendario, la numerología y ciencias, entre otros.
Kohunlich
La travesía continúa en una de las ciudades mayas de Quintana Roo: Kohunlinch. Según los arqueólogos, hace 12 siglos vivían en el sur de Quintana Roo cerca de un millón de habitantes, tres veces más de los que hay ahora. Actualmente sólo se encuentran ruinas que datan del siglo 200 a.C., situadas a 65 kilómetros de la ciudad de Chetumal.
El origen de la palabra, a diferencia de otros sitios arqueológicos, no proviene del maya, sino de una transcripción fonética de su nombre original en inglés Cohoon Ridge, que significa lomerío de corozal.
El trayecto arqueológico inicia en la acrópolis, donde puede observarse un conjunto de edificios residenciales equipados con banquetas, nichos y diversos elementos asociados a la vida cotidiana, como artefactos para cocina o caza.
El recorrido sigue con una caminata por la selva y relieves que rodean la zona arqueológica hacia el principal atractivo del lugar: “El edificio de los Mascarones”. Alberga cinco mascarones de los ocho que originalmente existían, además de que dos de ellos son los más grandes del mundo maya.
Estos monumentos de dos metros de altura todavía conservan la pintura roja que cubría todo el templo y se cree que representaban al dios solar Kinich Ahau, una de las deidades más importantes de esta civilización.
El lugar cuenta con un juego de pelota y edificios de carácter ceremonial como la Plaza de las Estelas, así como dos complejos residenciales: el Conjunto Pixa’an y Los 27 Escalones, que fueron habitados por gobernantes y personajes del más alto nivel jerárquico.
Asimismo, en el sitio se encuentran cerca de 200 montículos, aunque muchos de ellos permanecen ocultos por la vegetación, sin embargo Konjunlich es la zona arqueológica más famosa y mejor estudiada del sur de Quintana Roo.


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Bacalar y su laguna de siete colores
Bacalar es una laguna de siete tonalidades de azul provocados por la posición del sol, los estromatolitos, la profundidad del agua y el calcio de su arena.
Conocida por los mayas como Bakhalal, “Cercado o rodeado de carrizos”, es considerada una de las lagunas más grandes del mundo con 54 kilómetros de largo y dos kilómetros de ancho, y uno de los sitios más atractivos de la Costa Maya.
El lugar está ubicado en la Reserva de la Biosfera de Sian Ka´ an, “Nacimiento del cielo”, a 35 kilómetros al noroeste de la capital de Quintana Roo.
En este punto, la experiencia continúa en un paseo por pontón, por diferentes sitios de la laguna. El primer recorrido es el de los siete cenotes, uno de los más llamativos es el Cenote Azul, con unos 100 metros de diámetro y una profundidad mayor a 90 metros. Cuenta con cavernas ideales para los amantes del buceo. Asimismo, es posible practicar esnórquel en paredes subacuáticas de más de seis metros de profundidad o borbollones, donde nace el agua.
El segundo punto de visita, son los estromatolitos, también llamados “El origen de la vida”. Según el biólogo Luis Gil Navarro son unos microorganismos de más de tres mil 500 millones de años que transmiten una gran cantidad de oxígeno, retiran dióxido de carbono de la atmósfera y son evidencia de la vida más antigua conocida en la Tierra. Los viajeros pueden observar en el fondo del agua las estructuras rocosas que estos microorganismos forman.
En el trayecto está Uchben Kah, conocido como pueblo viejo, es el inicio de la laguna de Bacalar. En este antiguo poblado, ahora convertido en parque ecoturístico, es posible hacer un paseo en kayak por los manglares, mientras se observa una gran variedad de aves, así como un recorrido en bicicleta por la selva. El lugar es famoso por su antigua explotación del chicle y las maderas finas, como caoba y cedro.
Otro punto de interés es la ruta de los piratas, un canal que comunica a la laguna con el río Hondo a través del estero de Chaac, que muestra los sitios concurridos por estos sanguinarios, y los lugares dónde se llevaron a cabo las batallas.
Navegar entre leyendas de piratas
El recorrido continúa en el pueblo mágico de Villa de Bacalar, este municipio cuenta con gran historia, ya que en la zona se presentaron los primeros contactos en Quintana Roo con los españoles y fue escenario del ataque de piratas ingleses, por lo que se construyó un fuerte para su defensa.
Se trata del Fuerte de San Felipe, una estructura militar con grandes muros, cuatro baluartes y un pozo de cuatro metros de profundidad, así como un pequeño museo que narra los ataques a la población por parte de los piratas. Destaca la leyenda de John Hawkins, un corsario inglés, y las piratas Anne Bonn y Mary Read, quienes se disfrazaban de hombres para pertenecer a la tripulación. ya que las mujeres no eran aceptadas.
La historia trata de los piratas, personajes sanguinarios que atacaban embarcaciones y no contaban con reglamentos.
Ellos viajaban en balandras que eran barcos ágiles y rápidos. A diferencia, los corsarios, eran piratas autorizados por el gobierno y sí tenían un reglamento. Del mismo modo, estaban los bucaneros, que eran agricultores, ganaderos y gente del campo que se rebelaba y atacaba las embarcaciones.
Aventura en el aire
En un trayecto por el aire, es posible avistar la selva maya junto con la laguna de Bacalar en tres líneas de tirolesas, localizadas en el parque ecoturístico Biomaya.
La experiencia sigue en una pequeña palapa donde los guías explican a los paseantes la forma en que deben colocarse el arnés, así como las medidas de seguridad que tiene que seguir durante el recorrido.
Una vez con el equipo puesto los grupos se dirigen hacia la base de la primera tirolesa localizada a 28 metros de altura. Llega el momento de atravesar una parte de este parque, sostenidos únicamente por una cuerda que forma una línea de 186 metros de largo, la cual termina en una torre donde ya esperan otros guías que forman parte del equipo de turismo de aventura.
La segunda tirolesa, la más alta con 35 metros de altura y 800 metros de largo, atraviesa parte de la selva de Bacalar. La última, y la más pequeña con ocho metros de altura y 190 metros de largo, es la más rápida y la más atractiva, ya que además de pasar por la selva y senderos, atraviesa parte de la laguna de los siete colores. Desde este punto, la vista es inigualable.
En este sito se escuchan leyendas como la del Chechén, un árbol cuya sabia daña seriamente la piel luego de unas horas de tener contacto con ella. Sin embargo, el antídoto es el Chacá, otro árbol que se distingue por su corteza de color marrón.
Parece ser que siempre se da una curiosa regla en la selva de la península, la cual trata del equilibrio entre el bien y el mal. Según los mayas locales, cuentan que existió un rey maya llamado Chechén, quien cometió daños a su pueblo, por lo que fue asesinado y enterrado en la selva. Este juró vengarse y creció en forma de árbol, pero existió una princesa bondadosa de nombre Chacá que al morir fue enterrada a lado del Chechén para contrarrestar el mal.
Paraíso de corales
La travesía llega a su fin a 145 kilómetros al noroeste de Chetumal, en Majahual, donde se encuentra una pequeña población rodeada por el segundo sistema coralino más grande del mundo, ideal para practicar buceo y el esnórquel.
El lugar resguarda pequeños hoteles ecológicos rodeados de selva y playas vírgenes, donde se encuentra el arrecife. También hay restaurantes en la arena que ofrecen especialidades como las famosas piñas preparadas, una botana fresca de mariscos.
Majahual alberga el puerto de Costa Maya, el segundo más importante en recepción de cruceros, después de Cozumel.
El muelle recibe alrededor de 250 navieras al año y más de 700 mil pasajeros. Además, tiene la capacidad de atender a tres cruceros simultáneamente y sólo está abierto para los pasajeros de las navieras. Asimismo, cuenta con un club de playa, un delfinario, un centro comercial, tiendas con artículos mexicanos, restaurantes, bares y una alberca con agua de mar.
A 24 kilómetros en lancha se localiza el banco chinchorro, el cual fue declarado reserva de la humanidad, debido a las bellezas que hay en él, así como especies en peligro de extinción que lo habitan, como la langosta espinosa, el coral rosado, las tortugas blancas, carey y caguama; además de cocodrilos, delfines y más de 60 especies de corales que sólo se pueden observar en la Costa Maya.
Asimismo, es escenario de un arrecife artificial creado por 54 sitios arqueológicos sumergidos y más de 18 barcos que se hundieron en la zona y ahora se han convertido en un favorable ecosistema. En la mayoría de los casos, las causas del hundimiento de estas embarcaciones generalmente se debieron a naufragios productos de accidentes relacionados con la poca profundidad que hay en el sitio.


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