El 'Titanic' canario, con sus 488 emigrantes fallecidos, sigue lleno de leyendas a 12 metros bajo el mar cubano. El marino Julio González pide que las autoridades canarias recuperen la memoria de esos "valientes" que nunca lograron alcanzar la fortuna

La historia del Titanic canario yace a 12 metros de profundidad. Esta la distancia a la que se encuentran los vestigios del Valbanera, el trasatlántico que llevaba a bordo 488 emigrantes que perdieron la vida a pocos metros de su tierra prometida, en La Habana (Cuba). Pero también es la imagen de aquellos que, por fortuna, evitaron la tragedia. El marino Julio González quiso rendir ayer un homenaje en el Puerto a todos esos "valientes" canarios que emigraron en busca de fortuna, pero que no llegaron al destino.

"Mencionar 1912 es rememorar con tristeza el hundimiento del Titanic con 1.523 personas. Ellos desde el cielo pueden observar con orgullo cómo sus compatriotas no sólo no se olvidan, sino que se encargan de mantener viva su memoria. ¿Y los españoles-canarios no tenemos pérdidas que recordar? Desgraciadamente, sí. También tenemos nuestros Titanic: el Valbanera, un buque mixto de pasaje y carga de la Naviera Pinillos Izquierdo, hundido a consecuencia de un huracán frente a las costas de Cuba, en el bajo de Rebeca, el 9 de septiembre de 1919".

Julio González lamenta que, a diferencia del lujoso barco recreado en el cine, los ocupantes del Valbanera "no pertenecían a lo más selecto de la sociedad inglesa en su viaje inaugural. Los nuestros eran 488 isleños emigrantes sin apenas recursos, que un día se vieron obligados a abandonar a sus familias, para probar fortuna".

El marino lamenta que, a pesar de que el Ayuntamiento aprobó un reconocimiento, nunca se ha materializado.

En la exposición realizada en la Autoridad Portuaria, González recuerda que el buque de 120 metros de eslora zarpó de Barcelona el 10 de agosto de 1918, haciendo escala en Las Palmas siete días después. El primer presagio de su mala suerte fue la pérdida de una de sus anclas en su escala en La Palma.

Después de su periplo por las islas y por la costa americana, el buque hace su última travesía entre Santiago de Cuba y La Habana, con 488 pasajeros. Y, ahí, dice, "comienzan los misterios", ya que viajeros con billetes renuncian a seguir. Las justificaciones son muchas, aunque él habla de la teoría del emigrante, ya que "si hay trabajo aquí, para qué seguir".

Pero también historias sobre quienes evitaron la tragedia hay muchas. Entre ellas quien se emborrachó y no llegó a tiempo.

Un primer intento de rescate fracasó, y en los años 70 un buzo americano especializado en recuperar objetos de barcos hundidos vio un portillo que se abría y cerraba sin explicación tras tantos años, tras el cual había un esqueleto de niño con "algo de ropa" flotando. Su impresión fue tal, que cerró esa ventana y no volvió a sumergirse, al creer que era "una petición de los náufragos".