Roberto Blach forma parte del equipo que dirige el robot submarino de control remoto del barco cazatesoros

Roberto Blach mueve desde su mando a distancia, similar a un joystik de las videoconsolas, el robot submarino con el que trabaja el Oddisey. El baionés es un experto en este tipo de tecnología tras haber empezado a manejarla en 1996, en los buques cableros. Por este motivo, cuando en 2003 la empresa estadounidense Odyssey adquiere uno de estos vehículos de control remoto, contactan con Roberto. "El robot suple a mis ojos y mis manos en el mar", explica.


A los once años elaboró un censo de barcos hundidos entre Cabo Silleiro y A Guarda y, actualmente y sin habérselo propuesto, Roberto Blach, de 41 años, es empleado de la empresa cazatesoros Odyssey. Su proyecto "más apasionante" ha sido "el encuentro y recuperación del Republic", hundido frente a Georgia, EE.UU, en 1865.

De tener ´La isla del Tesoro´ como libro de cabecera a trabajar para una empresa que los busca. Esta es la historia de Roberto Blach, un baionés de 41 años que integra la plantilla de la famosa empresa estadounidense Odyssey, conocida en España por el litigio que mantiene con el gobierno por la mercancía del barco Nuestra Señora de las Mercedes, hundido cerca de Gibraltar. "Es un tema del que me quiero mantener al margen", confiesa Roberto, quien, "por razones de seguridad" establecidas por la propia empresa, no puede desvelar "todavía demasiados detalles de este rescate y de futuros proyectos".

Lo cierto es que la vida laboral de Roberto transcurre en el mar desde hace 25 años. Ya antes de enrolarse con 16 años como marinero (siguiendo la tradición de su padre) soñaba con barcos hundidos. "Me gustaba imaginar que el Parador de Baiona ocultaba algo y, tras documentarme y leer mucho, con once años elaboré un censo que aún conservo de naves hundidas entre Cabo Silleiro y A Guarda", confiesa. Sin embargo, cuando en 2003 Odyssey se puso en contacto con él para ofrecerle un puesto como técnico de equipo ROV (siglas cuya traducción en inglés correspondería con vehículos de control remoto) no tenía "ni idea" de a qué se dedicaban. "Lo único que me echó para atrás fue el inglés, que entonces no dominaba", admite Blach, que comparte barco con "muchas nacionalidades diferentes, entre ellas española".

La oferta del Odyssey le llegó cuando la empresa de Tampa (Florida) adquirió un robot submarino dirigible. "En ese momento necesitaban personal, y yo llevaba tiempo empleando esta tecnología en los buques cableros donde trabajaba", explica. Y es que Roberto comenzó como adolescente pescando atunes, después cambió a la sala de máquinas y, finalmente, se formó como técnico ROV para en 1996 aplicar esos conocimientos en un cablero telefónico. "Eran años del boom de la fibra óptica, navegué por todos los océanos arando la superficie e instalando cable, era un trabajo que ya entonces me encantaba y puse ahí todo mi empeño", comenta Roberto, que desde entonces no ha dejado nunca de actualizar conocimientos mediante diferentes cursos. "La gente cree que nos sumergimos, pero no es así", matiza.

Así, desde hace ocho años, Roberto, junto a otros técnicos ROV, desplaza por el fondo del mar este robot de ocho toneladas equipado con bombas hidráulicas y que puede bajar hasta 2.500 metros. También se ocupa de las reparaciones, botaduras y rescates del equipo. Su trabajo forma parte de la penúltima fase de los proyectos, primero arrancan con la documentación, después siguen con el barrido de la zona sospechosa mediante sonar y, a continuación, interviene Roberto con el ROV. Finaliza con la catalogación de lo hallado.

"El año en que entré encontramos el Republic, un barco que se hundió frente a las costas de Georgia y que llevaba productos de abastecimiento a Nueva Orleáns, que estaba en ese momento asolado por la guerra de secesión", puntualiza Roberto, que considera que hasta el momento "ha sido el proyecto más apasionante". "Todavía recuerdo cuando iba extrayendo con el ROV las botellas de vidrio con fruta en almíbar, la tinta para las plumas, las lámparas de aceite, los útiles de labranza...", y es que las monedas no son lo que más le impacta, "allí había unas 50.000, y tuvimos que subir una a una y con mucho cuidado", explica.

Debido al "gran valor histórico de este hallazgo", Roberto fue grabado junto a todo el equipo en un documental especial para National Geographic. Después rodarían otro para Discovery Channel. "Cada vez que encontramos un barco, me produce una sensación extraña, entre la intriga y la excitación por saber que soy el primero en ver algo que lleva muchos años escondido. Recreo mentalmente cómo podrían haber sido las últimas horas de la nave", admite.

Roberto trabaja dos meses y descansa uno."Estoy muy feliz porque tengo muy buena relación con la tripulación, pero desde que hace un año he tenido un hijo, echo más de menos estar con la familia", relata.

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