Al nordeste de Brasil este destino está despertando internacionalmente por la riqueza de sus playas y la posibilidad de practicar deportes acuáticos.

Cuarta ciudad del país por población, Recife es muy conocida en Brasil como destino playero gracias a su clima templado que se mantiene durante todo el año. El barrio de Boa Viagem, donde ubica gran cantidad de hoteles, ofrece el arenal y paseo marítimo más popular.
Creada en 1537 por los portugueses, el centro histórico está situado en una isla y se organiza en torno a la Praça do Marco Zero, el punto desde donde parten todas las carreteras de la región . A su alrededor, a pocos metros, se pueden contemplar edificios históricos así como la calle do Bom Jesús, que los domingos se convierte en un mercadillo al aire libre y que es durante la noche la zona de la movida. Desde esta plaza se puede observar, construido sobre la barrera portuaria, el parque de las Esculturas del prestigioso brasileño Francisco Brennad, que también cuenta con un museo en la ciudad.
A través de los puentes que unen el centro histórico se llega al barrio neoclásico de Santo Antonio, que alberga los edificios más afrancesados de Recife. En torno a la Plaza de la República se levantan el Teatro de Santa Isabel, el Palacio de Justicia o el Palacio do Campo das Princesas levantados a finales del siglo XIX con estilo europeo. Vestigios de una época en la que la élite local miraba el arte europeo como fuente de inspiración.
Cruzando un nuevo puente hasta la otra orilla del Recife histórico, se accede a la calle Aurora que conserva bellos edificios del siglo pasado que miran al río. Recorrer la “Venecia del norte de Brasil”, un nombre tópico pero justificado por la cantidad de puentes, los dos ríos y algunos canales que forman parte de su centro histórico.
Un catamarán sale todos los días a las 4:00 y a las 9:00 p.m., con servicio de bebida a bordo, desde el Bar do Catamarán en la calle Casis das 5 Pontas, también en la zona central de la ciudad. Un paseo recomendado antes de, por ejemplo, ir de compras a alguno de los centros comerciales de la ciudad, o a la Cada de Cultura o el Mercado de San José a comprar artesanías.
Recife es especialmente conocido por los buceadores como uno de los mejores enclaves del mundo para explorar aventuras en naufragios. La presencia de tiburones obliga a realizar estas inmersiones con profesores y clubes locales, que también ofrecen cursos para los novatos (http://www.scubarec.com.br/). Además de en la capital, el resto de la costa de Pernambuco ofrece grandes posibilidades para el buceo. Las islas de Fernando de Noronha, a varios cientos de kilómetros en el Atlántico, es uno de los santuarios mundiales del buceo.
Oh Linda! Patrimonio de la humanidad
A seis kilómetros del centro de Recife, se encuentra Olinda, una de las ciudades coloniales mejor conservadas del nordeste brasileño. Gusta contar a los locales que su nombre proviene de los primeros visitantes que al verla exclamaban, Oh Linda!. Sea o no verdad, lo cierto es que su casco histórico es una visita imprescindible ya que permite hacerse una idea perfecta de cómo se vivía en la excolonia portuguesa hace varios siglos. Su casco histórico, con sus calles empinadas , el colorido de sus casas y sus iglesias, es patrimonio mundial de la Unesco desde 1983.
Una decena de grandes iglesias, y algunas capillas adicionales, destacan el carácter religioso de la ciudad. Un carácter que, sin embargo, convive con la fama de Olinda como lugar para la fiesta. Especialmente durante los carnavales y precarnavales en febrero, en los que los ritmos pernambucanos como el frevó o maracatú resuenan por sus calles.
Destaca, por su localización en un alto, la Igreja da Sé. Desde ella se puede divisar el mar y gran parte de la antigua Olinda a vuelo de pájaro. Una imagen propia de postal que se puede fotografiar desde su terraza interior, habitualmente abierto para turistas.
Delante del templo, el viajero encuentra un pequeño centro comercial y una calle con varias tiendas de artesanías, así como puestos callejeros de comida y restaurantes donde combatir el calor húmedo típico de la ciudad con agua de coco, cerveza o una buena caipiriña, a preferencia del viajero.
Sus calles irregulares y su clima invitan a perderse sin mucho rumbo, visitando iglesias, sentándose en parques y entrando en cantinas. Para los que quieran completar la visita con una experiencia gastronómica de primer nivel, el restaurante Oficina de Sabor de la ciudad está un renombrado, aunque también caro, restaurantes de Brasil http://www.oficinadosabor.com/
Porto GalinHas y las playas de Pernambuco
Si preguntas a un local por la mejor playa para visitar, sin duda te dirá que Porto de Galinhas. Ubicada a 60 kilómetros al sur de Recife, su nombre tiene origen en el comercio de esclavos. A estas playas llegaban a mediados del siglo XIX esclavos africanos, cuando ya estaba prohibido, por lo que los traficantes utilizan la frase en clave “han llegado las gallinas al puerto” para avisar de que un nuevo grupo de esclavos había sido desembarcado.
Porto Galinhas es hoy destino favorito de los brasileños. El pueblo, repleto de terrazas donde disfrutar de una “cerveja estúpidamente gelada” -como suelen decir los locales-, o de los restaurantes con comida nordestina, no recuerda en nada a su terrible origen. Los cuatro kilómetros de playa blanca están protegidos por una barrera de coral atestada de peces que, cuando baja la marea, se puede ver y casi tocar. Se accede a la barrera de coral en unas pequeñas embarcaciones llamadas “Jangadas” que se contratan en la misma playa por unos 10 reales ($2.50 más o menos).
Sin embargo, quienes prefieran playas más salvajes o solitarias deben moverse de Porto Galinhas hacia otros puntos cercanos de la costa como Muro Alto, una auténtica piscina natural protegida por unos arrecifes que se mantiene llena de cocoteros y sin edificar. Otra opción es la playa de Maracaípe donde abundan las olas ya que, al no tener arrecife, la fuerza del atlántico llega hasta la orilla.
Es una zona de surfistas, chiringuitos con música electrónica y, en general, de ambiente más joven. En uno de sus extremos se puede visitar el estuario del río Maracaípe. Allí unas “jangadas” dan paseos por los manglares en los que es frecuente poder ver caballitos de mar y otros animales típicos de este ecosistema.
Todos estos arenales, que forman parte del municipio de Ipojuca, se pueden visitar en el mismo día contratando a un Buggy, perfecto para moverse sin problemas en todo tipo de terrenos.
La oferta de la zona de Porto Galinhas incluye también alquiler y cursos de buceo, paseos en caballo por la playa y algunas visitas culturales como la ruta por los antiguos ingenios azucareros donde se producía azúcar con la caña, las iglesia del Santo Cristo o la de Outeiro así como el Baobab que los esclavos africanos trajeron hace 400 años y que aún vive en Nosa Senhora de ó. (http://www.portodegalinhas.com.br/)
Archipiélago de Fernando de Noronha
Los viajeros con más tiempo pueden aprovechar para volar hasta el archipiélago de Fernando de Noronha, aislado a cientos de kilómetros de la costa brasileña en el océano Atlántico. Habitada por apenas 2,000 personas el conjunto de islas ofrece 17 playas, y es considerado como uno de los mejores lugares del mundo para el buceo gracias a la claridad de sus aguas y a lo protegido del enclave que tiene un número limitado de visitantes.
Otra opción para viajeros sin prisa puede ser recorrer toda la costa norte de Brasil, desde el estado de Pernambuco hasta el estado de Ceará. Pasando la capital Fortaleza de Ceará, hacia el noreste se encuentran las zonas de dunas de Cumbuco o las de Jericoacoara, considerada esta última una de las mejores diez playas del mundo.
Una zona de dunas que forman unos desiertos ideales para la práctica para kitesurf, el windsurf o el paseo en buggies por las dunas con la ventaja que están, al menos por el momento, poco masificadas.

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