La investigación de los océanos pasa por un modelo de «caballito de mar» futurista diseñado por el arquitecto francés Jacques Rougerie, quien ya ideó también viviendas bajo el agua. SeaOrbiter explorará la biodiversidad marina y analizará la influencia del océano sobre el clima y su relación con la atmósfera

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Ignacio Blanco | Si Julio Verne o su Capitán Nemo cobraran vida en 2010 no podrían creer que un laboratorio de más de 50 metros de altura surcara ni media legua de viaje submarino. Sin embargo, la arquitectura, la tecnología y la ciencia se han unido para poder botar en medio del océano un edificio con cinco de sus pisos sumergidos bajo el agua.

Aunque cuenta con motores eléctricos, se prevé que el movimiento lo dicten las corrientes marinas y su propia inercia. Sin contaminación y sin ruido, se espera que la fauna acuática se sienta atraída y «genere su propio oasis de vida» en torno a la nave, augura Rougerie.

Una ventana con vistas al océano que fue ideada el año 2000 en un estudio de arquitectura en París y que, después de numerosos retrasos en busca de financiación, podría ver la luz en 2011 y comenzar su andadura por el Mediterráneo como banco de pruebas en 2012.

«Existe la posibilidad de que un virus se adapte a un organismo marino, y constituiría una catástrofe ecológica y de salud de dimensiones globales, dada la dinámica de las corrientes marinas», dijo su creador.

31 metros bajo el agua
El invento ya ha sido probado con éxito. Un modelo a escala del SeaOrbiter fue colocado por un buzo en el centro de una gigantesca piscina. En los laterales, unos brazos mecánicos comenzaron a batir unas planchas que generaron olas que embistieron al prototipo como si lo azotara una de las muchas tempestades que lo acecharán en alta mar.

Los científicos del centro de tecnología marina de Marintek (Noruega) dan por bueno el examen. Los 31 metros que tendrá la construcción por debajo de la superficie del mar garantizan la estabilidad de la embarcación, que se mueve como un caballito de mar.

El estudio y exploración del fondo marino se llevará a cabo a través de ojos de buey y ventanales. Varios proyectores iluminarán los fondos marinos y robots filmarán a una profundidad de hasta 600 metros.

Ocho astronautas a bordo
En el proyecto, que ya alcanza los 35 millones de euros, han intervenido el explorador del mundo submarino Jacques Piccard y el director del programa «Neemo» de la NASA, Bill Todd.

La agencia espacial norteamericana mantiene un programa específico de entrenamiento de sus astronautas bajo el agua en condiciones semejantes a las del espacio. Ocho de ellos integrarán la tripulación, aunque se alojarán en un módulo presurizado desde el que podrán salir directamente al agua a través de una cámara de descompresión y habituar sus movimientos y sus gestos inmersos en un medio similar a la ingravidez del espacio.