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Un equipo de biólogos marinos, buceadores y fotógrafos ha filmado a unos 70 metros de profundidad en aguas canarias la mayor concentración conocida en el mundo del coral "Gerardia savaglia", cuyos grandes ejemplares de cientos de años de edad han formado un "santuario" submarino.

El audiovisual fue filmado en octubre de 2009 en un pequeño promontorio rocoso submarino al oeste de Montaña Clara, uno de los islotes del archipiélago Chinijo, al norte de Lanzarote, que el equipo ha denominado el "Bajo de las Gerardias", afirma en una entrevista a Efe Rafael Herrero, coordinador del proyecto.

Se trata de un proyecto financiado por la Fundación Canaria Mapfre Guanarteme desarrollado por la empresa audiovisual de Rafael Herrero, Aquawork Producciones, y para la exploración de esta comunidad de corales se ha utilizado por primera vez en Canarias equipos de buceo de circuito cerrado con mezclas especiales de gases.

Ello ha permitido bajar hasta profundidades de 75 metros a los buceadores, que realizaron más de 80 inmersiones por un tiempo aproximado de 120 horas en esta "joya biológica marina de Canarias, un santuario de la biodiversidad de los corales", añade Herrero.

El audiovisual muestra esta gran concentración de la especie "Gerardia savaglia", con densidades superiores a 3,5 colonias por metro cuadrado, y otros corales de cotas más profundas, será presentado el miércoles en la Fundación Canaria Mapfre Guanarteme en Las Palmas de Gran Canaria y el jueves en la Universidad de La Laguna.

A la presentación asistirá, además de Rafael Herrero, Óscar Ocaña, investigador principal del proyecto y director del Museo del Mar de Ceuta, y Alberto Brito, asesor científico externo y catedrático de Zoología y Oceanografía Biológica de la Universidad de La Laguna.

También forman parte del equipo Rogelio Herrera, técnico de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación Territorial del Gobierno de Canarias y que se ha encargado de describir las especies y el bajo submarino, el fotógrafo especializado en temas subacuáticos Jordi Chias y los buceadores Javier Parrondo y Simon Butler.

El proyecto surgió a finales de los noventa cuando, al filmar un vídeo de la reserva marina de La Graciosa y los islotes al norte de Lanzarote, llegaron por azar a este enclave submarino "y contemplamos atónitos cómo la pared se hallaba literalmente tapizada por enormes Gerardias, dando el aspecto de un arrecife de coral", detalla Herrero.

Sin embargo, el buceo con aire comprimido limitaba su verdadera visión, que se escondía en profundidades no aptas para esta práctica, lo que "nos llenaba de cierta frustración".

La evolución de los equipos de inmersión abrió nuevas posibilidades de exploración que llevó al equipo a plantearse este proyecto.

Durante diez días el equipo se sumergió en las profundidades del "Bajo de las Gerardias" para recopilar información de su estructura, paisaje y especies, tomar muestras y comenzar a desentrañar su funcionamiento biológico.

La "Plataforma de las Gerardias" se extiende sobre un amplio fondo rocoso con pequeños escarpes, ondulaciones de relieve y pequeños valles entre 40 y 55 metros de profundidad, un singular y bello paisaje formado hace miles de años, cuando el nivel del mar se situaba unos 50 metros más bajo que ahora.

Los grandes bancos -auténticos bosques en algunos puntos- que desarrolla el coral "Gerardia savaglia" constituyen el hito natural más relevante en esta pequeña montaña submarina "y de alguna manera sustenta la hipótesis de que esta especie está mucho más extendida en el Atlántico".

Es a partir de los 40 metros, en las zonas más inclinadas, donde se concentran la gran mayoría de las especies de corales y donde los bancos de "Gerardia savaglia" son más densos y los especímenes más longevos, probablemente de miles de años de antigüedad.

Al pie de las colonias son frecuentes el erizo de lima y algunas esponjas y a partir de los 50 metros de profundidad la comunidad se vuelve más compleja y se incorporan otros invertebrados de cotas más profundas, como las gorgonias.

Otros corales, entre ellos el negro, forman pequeños bancos de gran extensión a partir de los 100 metros de profundidad y "confirman que nos encontramos en un lugar excepcional".

Existen algunas especies de invertebrados que presentan aquí su única localidad conocida en fondos tan someros, entre ellas, la estrella de mar "Chaetaster longipes", y se localizó un erizo, posiblemente del género "Echinus", que está aún por identificar.

Respecto a las poblaciones de peces, llama la atención su reducido número, algo que los investigadores atribuyen al efecto de la pesca.

En el fondo se hallaron cabos y esqueletos de nasas, unos testigos de esta actividad pesquera que finalizó con la declaración de la Reserva Marina en 1995.

Y se observa cómo la pesca con nasa y con liña de fondo afectó a estas comunidades, pues se perciben los signos de enmalle, rotura de ramas, arranque de colonias enteras y se apilan los esqueletos de grandes colonias de corales muertos.

Los valores biológicos y la reducida superficie de este enclave exigen que sea preservado de la pesca y el buceo recreativo con aire, pues los corales son organismos muy longevos, pero sensibles, añade.

Que cambien sus condiciones ambientales por contaminación o agresión física les causa daños irreparables o de lenta recuperación, y en este caso, el enganche con líneas de pesca y con los cabos de fondeo o de nasas puede producir desde la muerte de pólipos hasta la rotura de ramas o colonias enteras.

El equipo, que difunde su proyecto en internet en la dirección "http://nacidasdelmar.blogspot.com", insiste en que este lugar es un auténtico "punto caliente" de la biodiversidad en Canarias y aunque está incluido en un entorno ya protegido, no tiene una figura de reconocimiento específica que lo conserve de los impactos que sufre en la actualidad.

Es todavía prematuro hablar de los daños pero "con seguridad podemos afirmar que tanto las nasas, ya prohibidas, como las los anzuelos o los fondeos están provocando numerosas alteraciones en la población de Gerardia savaglia", afirma Herrero, que cree que ello debería llevar a su declaración como monumento natural o patrimonio único de la Macaronesia.