Los robots ayudarán a obtener la información necesaria para el desarrollo de áreas marinas protegidas, la identificación de hábitats fundamentales para la cría de peces y otros animales, el seguimiento de las proliferaciones masivas de algas nocivas, y la vigilancia de vertidos de petróleo.

En un esfuerzo para llenar vacíos en el conocimiento sobre procesos oceánicos clave, la división de ciencias oceánicas de la Fundación Nacional Estadounidense para la Ciencia (NSF) destinó casi un millón de dólares a financiar la labor de un equipo de científicos del Instituto Scripps de Oceanografía en la Jolla, California. El equipo desarrollará una nueva generación de robots de exploración oceánica.

Jules Jaffe y Peter Franks encabezarán el grupo de científicos encargado de diseñar y desplegar los exploradores submarinos autónomos, o AUEs. Los Aues captarán los detalles de procesos oceanográficos vitales para muchos habitantes diminutos de en medio marino.

Aunque la comunidad científica ya es capaz de obtener detalles de los procesos oceánicos a gran escala, surgió entre los oceanógrafos la necesidad de concentrarse en ámbitos más localizados. Al monitorizar en zonas más específicas las corrientes, la temperatura, la salinidad, la presión y las propiedades biológicas, los AUEs ofrecerán información actual y valiosa sobre diversos fenómenos oceánicos.

Los robots ayudarán a obtener la información necesaria para el desarrollo de áreas marinas protegidas, la identificación de hábitats fundamentales para la cría de peces y otros animales, el seguimiento de las proliferaciones masivas de algas nocivas, y la vigilancia de vertidos de petróleo.

Para las áreas marinas protegidas, los AUEs acercarán datos que ayudarán a tomar decisiones acerca de las mejores zonas para la protección del hábitat. En los casos de las proliferaciones masivas de algas nocivas y los derrames de petróleo, los instrumentos se pueden desplegar directamente en las zonas afectadas con el fin de vigilar como cambian con el paso del tiempo. En el caso de la caída al mar de un avión, los AUEs deberían ser capaces de rastrear las corrientes marítimas de la zona y determinar el punto más probable donde puede estar la caja negra.

Los Aues operan a través de un sistema en el que varios exploradores del tamaño de una pelota de fútbol son desplegados en una zona, junto con muchas decenas, lo mismo que centenares de exploradores de tamaño mucho más pequeño, formando un "enjambre".

Durante la fase piloto del proyecto, Jaffe y sus colegas construirán de cinco a seis de los exploradores con tamaño de un balón de fútbol, y 20 exploradores más pequeños.