Réquiem por El Bajón

Era una de las inmersiones más intensas e interesantes de España; si no de Europa. Era uno de los puntos donde la escafandra autónoma te proporcionaba una experiencia más rica y apasionante de vida submarina, un lugar de peregrinación para los buzos, un sitio mítico. Era una gozada. En sus rincones y vericuetos te sentías como de safari en la sabana africana: un turista contemplando enormes manadas de animales en completa libertad, sin ninguna interferencia humana. Las rocas que formaban la cumbre doble que se elevaba del fondo marino, desde profundidades superiores a los 100 metros hasta apenas unos pocos metros de la superficie eran una inmersión dura, sólo apta para buceadores con cierta experiencia. Era normal bajar y subir agarrado con las dos manos al cabo del ancla con todo el cuerpo en horizontal y la cabeza fijamente orientada de cara al corrientón, para evitar que el agua te arrancara las gafas de la cara. Un descuido y podías aparecer a kilómetros del lugar, llevado por ese Gran Viento subacuático que es una potente corriente marina para el buzo. Pero merecía la pena el riesgo y el esfuerzo por la cantidad, y calidad, de la vida marina que era posible contemplar (pdf). Estaba a menos de medio kilómetro del puerto de La Restinga, hacia el sureste, en una de las reservas marinas que cerca del Mar de las Calmas protegen la fauna marina. Hoy, muy cerca de las fauces de un volcán submarino en plena actividad. Pase lo que pase el Bajón no volverá a ser lo que era.

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