Tras 16 años de exploración del fondo oceánico, ABE desaparece en aguas al sur de Chile

El 5 de marzo, en aguas al sur de Chile, ABE desapareció. La entrada de The New York Times a esta noticia parece bastante emotiva tratándose de un aparato: un aventurero nómada que sondeaba el fondo marino por su cuenta cambiando para siempre la forma en la que los científicos exploraban el suelo del mar, así lo califica el diario. Hay que añadir a esto que era solitario, pues fue uno de los primeros robots oceánicos no tripulados que tuvo éxito.

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Emotividad aparte, lo cierto es que con la desaparición del robot submarino ABE -siglas de autonomous benthic explorer, explorador bentónico autónomo- desaparece un símbolo de la exploración submarina de los últimos 16 años. Fue diseñado, construido y operado por la Institución Oceánica Woods Hole, y en su última misión estaba ayudando a los investigadores a buscar respiraderos hidrotermales en la Triple Unión, en Chile.

Se cree que fue destruido por la implosión de una carcasa de presión o de la esfera de flotabilidad mientras estaba a una profundidad de alrededor de tres kilómetros. La implosión de una de las estructura de presión habría generado una onda de choque que habría destruido las demás, haciendo al robot inoperable. Ahora debe yacer en el fondo del mar.

Fue el primer robot autónomo en hacer mapas detallados de las dorsales oceánicas, la cadena montañosa volcánica en los límites de las placas tectónicas de la Tierra donde se crea la corteza del fondo marino.

También fue el primero en localizar fuentes hidrotermales, de donde salen fluidos calientes ricos en químicos que mantienen la vida del fondo del mar. Ahora, ABE será reemplazado por una nueva generación, encabezada por el Sentry.