Cita:
Nuevo catálogo de restos submarinos en Málaga
Cae la noche sobre la bahía de Málaga. 30 de noviembre de 1831. Un grupo de marinos se acerca a la costa a borde de un buque de guerra. De repente, varios cañonazos inesperados hacen trizas el casco de la embarcación. Los hombres se arrojan al agua y ganan a nado la playa de El Charcón, en Fuengirola. Desde la orilla, el grupo liderado por José María Torrijos observa cómo se van a pique sus planes y su nave.
Un siglo y medio después, unos aficionados a la pesca submarina encuentran dos mosquetones a pocas millas del faro de Calaburras. Según los especialistas, pudieron pertenecer a la flota del general fusilado un mes después de su naufragio. Es una de las numerosas sorpresas que guarda el fondo del mar en las costas malagueñas, un tesoro que sale poco a poco a la luz gracias al trabajo de la Delegación Provincial de Cultura, del Centro de Arqueología Subacuática (CAS) y de la empresa Nerea.
El nuevo catálogo elaborado por Cultura casi triplica en número de zonas del litoral malagueño censadas por el CAS hace unos años. El centro dependiente de la Junta de Andalucía encontró hace unos años 14 puntos con restos arqueológicos. Ahora, Cultura ha peinado la costa de Manilva a Nerja y ha sumado 22 nuevos enclaves. Son las llamadas zonas de servidumbre, lugares donde se han reunido indicios suficientes para pensar que guardan restos submarinos, aunque todavía no se han analizado en profundidad. La nueva Ley Andaluza de Patrimonio Histórico concede una protección especial a estos perímetros, por eso la nueva relación va camino de Sevilla para incluirla en el listado andaluz de zonas protegidas por la ley.
Málaga es una de las primeras provincias que ha completado esta búsqueda subacuática. ¿Por qué tanta prisa? Hay varios motivos. El primero hay que buscarlo en la sangría de expolios que sufre el patrimonio submarino malagueño desde hace décadas. Robos que han esquilmado el caladero histórico de la provincia hasta dejarlo en una situación alarmante. La segunda causa de esta celeridad está relacionada con la primera: la costa malagueña sufre tantos hurtos porque ofrece una riqueza arqueológica incomparable en toda Europa.
Lo explica uno de los arqueólogo de la Delegación de Cultura de la Junta, Manuel Corrales: «El litoral de la provincia guarda restos arqueológicos desde los fenicios hasta el siglo XX. Málaga es una de las escasas zonas del mundo donde se puede encontrar la evolución histórica completa desde las civilizaciones más antiguas hasta las batallas de pleno siglo XX». Eso lo saben los expertos... y también los saqueadores.
Estudio detallado
Para delimitar una zona de servidumbre bajo el mar, los especialistas de la Junta siguen un cuidadoso procedimiento. Primero se fijan en los yacimientos en tierra firme repartidos cerca de la costa, ya que los restos submarinos se suelen corresponder con asentamientos en tierra firme. El siguiente paso consiste en estudiar los archivos históricos, las fuentes documentales que pueden dar pistas sobre los sucesos que provocaron esos naufragios. El trabajo en seco se combina con los testimonios e incluso con los hallazgos fortuitos realizados por buzos y pescadores, que juegan un papel esencial en este proceso. Por último, los técnicos de la Junta de Andalucía organizan prospecciones selectivas para concretar esos polígonos de protección alrededor de los posibles yacimientos.
Ahí es donde entran en liza los técnicos de Nerea, la empresa malagueña -y una de las pocas del país- especializada en arqueología subacuática que colabora con la Delegación de Cultura en las tareas de búsqueda y localización de los restos arqueológicos submarinos. Las próximas bajadas al fondo del mar previstas por Nerea serán en Casares, Manilva y Rincón de la Victoria, aunque ni los buzos ni la Junta ofrecen las coordenadas exactas, por simple seguridad a la hora de mantener la integridad de los pecios (los restos de una nave naufragada).
Conservación adecuada
«Cuando hemos acotado el yacimiento, procedemos a intervenir sobre los restos, siempre que la administración competente lo apruebe y que tengamos garantías de que los materiales que encontremos se van a conservar de la manera adecuada», explica uno de los responsables de Nerea, Javier Noriega.
La mayoría de los restos descubiertos llevaban siglos bajo el agua, por eso su vuelta a la superficie debe ser paulatina. Del mar pasan a unas cubas con agua salada y de ahí las van mudando poco a poco a recipientes con líquidos cada vez más neutros, con idea de que los materiales no sufran un cambio brusco en su estado de conservación.
Así se han podido recuperar, por ejemplo, varias ánforas tripolitanas halladas en el pecio de La Araña, o dos piezas de artillería desenterradas a pocas millas del faro de Torrox, o unos clavos de bronce rescatados junto a la playa de Punta Chullera -en el límite con la provincia de Cádiz- o un sinfín de cepos, anzuelos, agujas, plomos y anclas desde los tiempos púnicos hasta el imperio romano. Sin embargo, la máquina del tiempo no tiene que trabajar tanto para explicar muchos yacimientos arqueológicos escondidos en el fondo del Mediterráneo que baña la provincia.
Sin salir de la había de Málaga, los arqueólogos tienen censados hasta treinta restos de naufragios. El más importante corresponde al hundimiento de la fragata alemana ' Gneisenau ' , que el 16 de diciembre de 1900 se fue a pique por un fuerte vendaval.
Barcos hundidos
Aunque por motivos bien diferentes, también han quedado bajo el agua los restos del buque republicano ' Delfín ' , hundido en 1937 -en plena Guerra Civil- frente a la playa de Calaceite, en Torrox. Se trata del pecio más reciente de los que se ocultan frente al litoral de la provincia.
A medio camino histórico entre las naves fenicias de Bezmiliana (Rincón de la Victoria) y los modernos buques hundidos en las inmediaciones del Puerto de Málaga, el frente de costa ofrece numerosos naufragios de naves de los siglos XVII y XVIII. Como ' La Madeleine ' , la impresionante embarcación francesa que desde 1712 descansa en el fondo del mar frente a la playa de La Rada (Estepona) a no demasiados metros de los bañistas despreocupados.