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Odyssey, bajo mínimos
No soplan vientos a favor de la compañía, que atraviesa una delicada situación económica traducida en la pérdida de valor de sus acciones. El mínimo histórico lo registró el 3 de noviembre de 2009, con 1,38 dólares por título
El pasado 23 de diciembre el juez Steven Merriday propinaba un nuevo varapalo a Odyssey Marine Exploration (OME) al dictaminar que el tesoro de más de medio millón de monedas de oro y plata (artefactos aparte) que se custodia en las naves que posee la empresa en Tampa (Florida) desde hace más de dos años debía volver a suelo español en un plazo de diez días. La respuesta por parte de la compañía que dirige Greg Stemm fue inmediata y anunció recurso contra la sentencia (para la que dispone de 30 días de plazo), lo que volvía a dilatar la resolución definitiva de un conflicto que le enfrenta con el Gobierno de España desde 2007.
El anuncio de la sentencia repercutía, una vez más, en la cotización de las acciones de la empresa, que experimentaban una caída de 0,67% en el Nasdaq ese mismo día, aunque el desplome estaba lejos de rozar el mínimo histórico, que fue el 3 de noviembre de 2009. El pasado 5 de enero, recién empezado el año y, según los más optimistas, a tres meses vista del desenlace final, se rozó el umbral durante horas, aunque a lo largo de la jornada fue remontando, situándose en 1,41. Cuando el 17 de mayo de 2007 OME anunció el hallazgo de su imponente botín (por un valor aproximado de 350 millones de dólares), su acciones se multiplicaron por cuatro, y de valer 4 dólares ascendieron a 8,32 en un suspiro.
La operación fue perfecta y la satisfacción del consejero delegado de Odyssey no se hizo esperar. Sin embargo, la situación de bonanza tenía fecha de caducidad y el desplome sobrevino cuando comenzó el juicio en Tampa que enfrenta a la empresa cazatesoros con España: el 26 de junio de 2007 el valor en dólares de cada acción era de 4,93 dólares. En el verano de 2007, cuando dos de los barcos al servicio de la compañía, el Ocean Alert y el Odyssey Explorer, fueron interceptados por la Guardia Civil en aguas españolas y su capitán conducido a un calabozo, la cotización volvió a hacer aguas y cayó hasta los 5 dólares en agosto para experimentar un repunte a finales de octubre y llegar a los 7,77.
Balones de oxígeno
En 2008, la máxima cotización de la empresa se situó en 6,3. El año registra altibajos y el anuncio en mayo de que el «Black Swam» (nombre en clave del pecio hallado) es la fragata Nuestra Señora de las Mercedes no ayuda a que mejore su cotización. El 18 de diciembre se produjo un desplome importante, llegándose a cotizar a 2,69, muy lejos del máximo histórico, que rebasaba los 8 dólares por acción. Odyssey no puede perder tiempo y necesita un balón de oxígeno, porque los accionistas muestran cierta intranquilidad. Comunica, así, a las autoridades británicas el hallazgo de un nuevo navío, el «HMS Victory», engullido por una tormenta en el Canal de la Mancha en 1744: la Bolsa es receptiva y el pasado 6 de febrero (apenas una semana después del anuncio) su valor se sitúa en los 4,35. No obstante, la caída más espectacular estaba aún por llegar: el 5 de junio de 2009, una sentencia dictada en primera instancia en Tampa recomienda la devolución del botín de La Mercedes a España.
Su traducción financiera es inmediata y asistimos a un desplome: la cotización baja hasta los 1,84 dólares, aunque el mínimo histórico vendría cinco meses después, el 3 de noviembre de 2009, al alcanzar 1,38 dólares la acción. El 23 de diciembre, cuando se conoce la sentencia de devolución del tesoro en diez días el precio es de 1,47; un día después baja dos décimas, hasta llegar al 6 de enero, en que las acciones están a 1,39, sólo una décima por encima del mínimo. El juicio está pendiente del fallo, que podría conocerse en el primer trimestre de 2010 y que, de ser favorable a España, como todo parece indicar, puede llevar a la compañía a complicar mucho su delicada situación financiera.
La cotización se dispara
Compañías cazatesoros como Odyssey Marine Exploration, Sovereign Exploration Associates International y su filial Sea Hunt y Sea Research Foundation son conscientes del elevado riesgo que entrañan sus actividades, que reflejan en Bolsa cuál es la evolución y el funcionamiento empresarial con independencia del funcionamiento del mercado. Cualquier decisión por nimia que pueda parecer ha de ser meditada por sus responsables, ya que el día a día de la compañía, como queda reflejado en la «fiebre» del gráfico que ilustra la página, tiene una repercusión bursátil casi instantánea y puede poner en peligro los futuros proyectos de la firma que pilota Greg Stemm. Recordemos cómo poco antes de hacer público el hallazgo del botín, las acciones de la empresa no llegaban a los tres dólares (2, 91 el 1 de marzo de 2007). Tres meses después su cotización se multiplicaba al llegar a los ya mencionados 8,32.
Que Odyssey no atraviesa uno de sus mejores momentos financieros es una realidad incuestionable. A las fluctuaciones bursátiles hay que añadir el dinero invertido en el proceso judicial: a los millonarios gastos del pleito (los honorarios de los letrados, encabezados por David Bederman, que, por cierto, ha dejado de representar a la empresa, son cuantiosos) es necesario sumar el coste derivado del mantenimiento de los barcos (Ocean Alert, Swift Secure y Odyssey Explorer), la puesta a punto de su maquinaria –el ROV está tecnológicamente a la última– y la plantilla que trabaja en OME. La crisis mundial tampoco la ha ayudado y su imagen internacional, tras el litigio que mantiene con España, se ha resentido.
Próxima escala, Santo Domingo
La actividad de Odyssey Marine Exploration no cesa. El objetivo señala ahora a Santo Domingo, donde las autoridades, más permisivas, no han puesto impedimento a los trabajos de reflotación de un galeón que, según los expertos, es español y que comenzaron en 1983. Hoy, la empresa de Greg Stemm, asociada con Hispaniola Ventures, al mando de Bruce Webber, está dispuesta a reemprender en este mes los trabajos de recuperación del pecio, localizado en aguas del Atlántico, en las inmediaciones del río Boba, provincia de María Trinidad Sánchez. Entre octubre y noviembre se extrajeron los primeros objetos, entre ellos, la campana, fabricada en 1693 y en la que figura la inscripción «Soli Deo Gloria», que podría corresponder al nombre de la embarcación.