«El 'Thistlegorm' está lleno de motos y ametralladoras»

Consumado buceador, recorrió los recovecos del Mar Rojo, ideal para sumergirse de noche


Dicen que bucear en el Mar Rojo es espectacular. Roger De Marfà lo comprobó la pasada primavera en Sharm-el-Sheikh, Egipto. «De allí salen todos los barcos de buceo. Es impresionante. Hay vida a punta pala, mogollón de animales y arrecifes increíbles». Y seductoras variedades de buceo. «Podías hacer inmersión en corrientes fuertes, pecios hundidos y zonas calmadas. Las hice todas». Con un máximo de cuatro al día. «A las nocturnas, solo bajas con el guía y si te deja». Escudriñar bajo el agua los recovecos de un barco antiguo, explica, requiere experiencia y comporta riesgos. «Puedes desorientarte, no encontrar la salida y quedar atrapado».
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Si sientes miedo de explorar los entresijos de un barco hundido, advierte este profesor de Ciencias, «no debes ni intentarlo». Él lo hizo sin problemas. Y fue lo mejor del viaje: «El momento más impresionante fue la inmersión nocturna al 'Thistlegorm'». El carguero inglés transportaba armamento en la II Guerra Mundial y fue hundido por Alemania en 1941. Se metió dentro. «Estaba lleno de motos militares, ametralladoras, piezas de avión...». Lo veía gracias a la linterna que llevaba en la mano. «Se considera una inmersión de riesgo, porque es nocturna, profunda y con corriente».
Bajo el agua no hay nada peor que un ataque de pánico. Él no lo sufrió: «Ya había buceado en las cuevas de la Riviera Maya». A pesar de todo, dice, es un deporte muy seguro. Y requiere un equipo decente, al que añade una cámara de fotos compacta, con carcasa y flash submarino. «Soy fotógrafo profesional desde hace dos años. Tiré muchas fotos, pero eso solo fue un añadido. Ante todo fui para disfrutar del buceo con mi cuñado». No esperaba que fuera tan diáfano. «El Mar Rojo es mucho más nítido de lo que creía, ideal para el buceo nocturno. Su agua es muy transparente, se ilumina bien y está muy cuidado». Le gustaría bucear en Galápagos, Filipinas, Indonesia... «Pero están lejos y los viajes son caros».
Los riesgos
El buzo tiene dos enemigos de peso, cuenta este geólogo barcelonés de treinta años. «El cuerpo bajo el agua absorbe nitrógeno. A una gran profundidad te puede producir una intoxicación o narcósis; y, si haces una salida demasiado rápida y lo liberas de golpe, puedes padecer embolias». Viajar luego en avión multiplica ese riesgo. «Antes de volar pasas un día en tierra. Nosotros fuimos en quad por el desierto del Sinaí». Para que la semana tuviera algo más que agua, jugaron con los horarios. «Cogimos el primer avión de la mañana a El Cairo. Pasamos el día en la ciudad y regresamos en el último de la noche a Barcelona».


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