Muerte de un gran buceador y un gran hombre
Antes de empezar pido disculpas por no escribir por una vez en tono de humor
Mi amigo Colau murió el pasado lunes de una forma trágica, solo, en una habitación de una pensión. Dejó una nota al dueño pidiendo disculpas por las molestias.
Es verdad que llevaba tiempo mal, tenía unas depresiones muy profundas y la vida le costaba. Últimamente se le veía por el pueblo andar con la mirada perdida, efecto de los antidepresivos.
Pero Colau era un gran tipo y un gran buceador.
Colau tenía unos sesenta años y empezó a bucear de niño con su padre. Su padre, Pep, era uno de los pioneros del buceo en Mallorca, de los que se tenían que fabricar su propio equipo en los años 50. Registró algunas patentes de equipos de buceo y pasó toda su vida buscando tesoros en el mar de las Baleares y en todo el mundo.
Colau heredó su afición por la historia de los naufragios pero era un hombre que tenía una fantasía de niño: donde encontraba un trozo de barro decía que había encontrado un enorme cargamento de ánforas enterradas. Si encontraba unos hierros retorcidos decía que estaba seguro que allí hubo una batalla enorme, si encontraba una moneda estaba a punto de encontrar un tesoro.
No obstante, mucha de la información que tenía era verídica como muchas veces tuve la ocasión de comprobar.
Lo conocí el 18 de junio del año 97. Lo sé con seguridad porque el día anterior le llamé por teléfono para conocerlo. Quería que me diera alguna información sobre los naufragios que conociera en la zona. Tras nuestro encuentro quise escribir unas notas para no olvidar aquel primer encuentro y en las notas figura la fecha.
Posteriormente lo veía muy a menudo, fuimos a bucear muchas veces y al cabo de los años me pidió que le hiciera un título de buceador ya que se iba de vacaciones a Méjico y quería bucear por allí. Me tuve que reír porque nunca sospeché que buceaba perfectamente sin haber hecho nunca un curso estandarizado. Le hice su título Open Water Diver (no quiso el avanzado) y cuando llegó de Méjico me contó que había ido a una excursión de snorkelling y se alejó del grupo. La tripulación le advertía desde cubierta con mucha vehemencia que se alejara de aquella zona pero no hacía caso. En el momento en que dos marineros se tiraron a por él vio la razón: una extensa alfombra de piezas de a ocho de la que no pudo coger ninguna.
Durante los años que le traté me contó muchísimas historias de tesoros, de piratas, de naufragios y solo le cortaba cuando empezaba a hablarme de ovnis o me decía que casi había encontrado la Atlántida.
Una vez me contó que justo enfrente de mi centro de buceo estaba el naufragio del “Río Piedra” una barcaza de madera que transportaba sal desde Huelva y zozobró en un temporal. Al patrón lo encontraron ahogado atado al palo mayor, con el rol del barco en su bolsillo, un reloj, un escapulario y un billete de la lotería de Navidad del año 1901.
Reproduzco aquí íntegramente las notas que escribí aquel día de hace trece años exactos y que tras una hora de búsqueda he conseguido localizar entre mis papeles:
18.06.97
Colau llegó a la cita puntual. No habíamos convenido ninguna hora precisa cuando hablamos por teléfono el día anterior pero llegó en el momento en que le esperaba.
Lo vi a través de la ventana de mi oficina. Con su casi metro noventa llegaba montado sobre una pequeña bicicleta rosa que llevaba un canasto de mimbre sobre el guardabarros delantero, que a su vez tenía pegadas unas fotografías de tortugas de tierra mallorquinas. Más tarde supe que se dedicaba entre otras cosas a la protección de esos animales.
Nos instalamos en la terraza del bar “Nautic” donde pidió un café con leche y una magdalena. Creo que sabía por qué lo llamé ya que comenzó a contarme sus historias sin necesidad de que yo se lo pidiera.
Estuvimos una media hora sentados; yo lo escuchaba y él daba rienda suelta a su imaginación o a su memoria, pues nunca se sabe en qué proporción se mezclan.
No puedo acordarme de todo pero sé que me habló del Andrea Doria, de una enorme esmeralda de Moctezuma, de un tesoro que abandonó Napoleón en su huída, de otro de escondió Hitler, de una estatua de Mercurio que apareció en un pecio fenicio, del enorme tesoro perdido en la ría de Vigo cuando se hundió una flota entera, de otro en la Guinea española, de otro en Menorca, de ocho barcos hundidos donde un solo buzo trabajó hace un siglo y solo sacó una pequeña parte de un enorme tesoro, de otro encontrado recientemente en Cuba, en los bajos del Francés, de donde se sacaron montañas de monedas de oro, de una familia de pescadores de Cala Bona que engancharon en sus redes un mascarón de proa de una gran canoa africana y otra vez ocho ánforas romanas enteras de una sola pasada en un sitio que bautizaron como “Son Gerra” a unos noventa metros de profundidad, me habló de un proyecto detalladísimo para sacar el pecio fenicio del islote del Sec entero y en pocas horas, y finalmente me habló de una zona en la Punta de N’Amer donde curiosamente confluyen tres circunstancias:
Le primera es que existe una cueva con dos entradas, una desde tierra y la otra desde el mar, muy angosta, que fue utilizada por los habitantes primitivos de la zona en la época talayótica para cazar la foca monje, viniendo sigilosamente desde tierra y apostándose para luego sorprenderlas y dispararles con sus flechas. Dentro de la cueva se podían encontrar puntas de flechas, dientes de foca perforados y restos de osamentas y calaveras humanas.
La segunda es que en el fondo del mar, justo delante de la cueva hay una zona donde hubo en su día una lluvia de meteoritos y que aun se pueden ver dentro de sus cráteres.
Y la tercera es que también en el fondo del mar, cerca de los meteoritos hay una “mula” de piedra donde chocó un barco mercante en los años cincuenta dejando caer parte de su carga de chatarra de la guerra civil, y que se pueden ver todo tipo de objetos metálicos como máquinas de coser.
En ese momento de su relato le interrumpí y le dije que me llevara allí, cosa que aceptó sin dudar y, después de pagar, subimos a mi barca y nos dirigimos a la punta de N’Amer. Fueron veinte minutos de navegación durante los cuales seguía contándome historias de tesoros perdidos aunque yo no oía nada por culpa del ruido de los motores.
Cuando llegamos a la punta de N’Amer la volteamos hasta casi llegar a la cantera abandonada de piedra de marés donde dimos media vuelta y navegamos muy despacio y muy cerca de la costa, bordeando la cara este de la punta hasta que reconoció la entrada de la cueva debajo de un acantilado con un bosquecillo detrás y muy cerca de un mojón geodésico. En el momento en que me confirmó que se trataba de la entrada de su cueva, con el último rayo de luz, vimos saltar un delfín justo delante de nuestra proa. Luego nos volvimos.
Re: Muerte de un gran buceador y un gran hombre
E.p.d. :frown:
Bonito relato....
Re: Muerte de un gran buceador y un gran hombre
Mi mas sincero pesame.
Yo tambien coincido...un bonito relato.
Re: Muerte de un gran buceador y un gran hombre
mi mas sincero pesame
una gran perdida
Re: Muerte de un gran buceador y un gran hombre
Como ya dije, gran y bonito homenaje. Descanse en Paz.
Un saludo.
Nico.
Re: Muerte de un gran buceador y un gran hombre
Re: Muerte de un gran buceador y un gran hombre
Re: Muerte de un gran buceador y un gran hombre
DEP y mi más sincero pésame. Le has hecho un precioso homenaje.
Re: Muerte de un gran buceador y un gran hombre
D.E.P.
Le has honrado con tu relato.
Re: Muerte de un gran buceador y un gran hombre
Aunque algo tarde D.E.P. que pena perder gente que sabe tanto y no aprovecharla.