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jaribas
24th October 2008, 20:36
La vida bajo el mar/es mucho mejor/que el mundo allá arriba», canta un personaje de la Sirenita de Disney. Pero los dibujos animados no resisten la comparación con el mundo real. La naturaleza humana es amiga de los desafíos y éstos, a veces, acaban en una alargada caja de madera. La francesa Audrey Mestre falleció el domingo día 13 al tratar de establecer en 171 metros el récord de inmersión a pulmón libre. En pocas palabras, la apnea sin límites consiste en alcanzar la máxima profundidad con la ayuda de un lastre y volver a la superficie abrazado a un balón de aire. Esta modalidad de buceo arrastra al hombre a un terreno lleno de recovecos inhóspitos, donde la muerte espera con los brazos más abiertos cuanto más bajo se fija el punto de subida. Cuando la única bombona que surte de oxígeno se aloja bajo las costillas, la valentía desafía a la prudencia. La aventura bajo el agua se torna en un pulso, con una bocanada de aire para el vencedor... y un premio macabro para el derrotado.
El accidente que aquel domingo se llevó por delante a una consumada especialista en apnea ha activado las alarmas sobre los riesgos de este deporte. Los propios expertos en la materia muestran sus reservas acerca de esta modalidad. Audrey Mestre iba a protagonizar la crónica de una hazaña y acabó en la sección de necrológicas. «La apnea así entendida sólo se justifica por una búsqueda de los límites humanos. Es como el que se lanza en paracaídas y cada vez quiere subir un poco más alto. No tiene más sentido que ése. Me produce una admiración y un respeto envidiable, pero es de locos». Quien habla así es Mauro Cardarelli, experto buceador del Club Nautique de La Herradura, uno de los enclaves de la península preferido por los submarinistas.
La muerte de Mestre tiñe de sombra esta especialidad y perjudica a la imagen general del buceo, que en su otra modalidad, la que emplea equipo autónomo de oxígeno, registra una tasa mínima de accidentes. «Los profundistas saben que pueden morir y volverán a intentar bajar más y más metros dentro de poco. La pérdida de Mestre no les impedirá seguir», subraya Cardarelli. La muerte de varios atletas en circunstancias parecidas llevó a la federación mundial a dejar de organizar campeonatos de apnea sin límites .
A por el récord
Un grupo de especialistas decidió entonces constituir una asociación para homologar sus intentos. Así se inició una carrera que en menos de dos lustros ha ahondado el récord hasta las cercanías de los 200 metros, algo impensable en los tiempos no tan lejanos de Enzo Maiorca y Jacques Mayol, dos mitos de este deporte. La pugna que mantuvieron durante 15 años, cuando se arrebataron mutuamente los récords mundiales, bordeó la épica y saltó a las pantallas del cine en una película de culto, El gran azul , del francés Luc Besson. Maiorca se retiró tras una inmersión fallida. Mayol se ahorcó el año pasado.
Al margen de matices novelescos, la apnea sin límites es posiblemente el deporte de riesgo más arriesgado . Sus intentos, aún resueltos con éxito, dejan secuelas. Los índices de oxígeno en sangre y otras constantes medidas en las inmersiones sin límites son sencillamente «incompatibles con la vida», según el director de la escuela de la federación andaluza de actividades subacuáticas, Mariano Crespo.
Cada inmersión es un acontecimiento científico y detrás de cada profundista hay todo un departamento de fisiología. Sin que se pueda corroborar con exactitud, se cree que en los intentos más radicales el cerebro llega a estar hasta un minuto sin oxígeno. En ese contexto las células cerebrales comienzan a morir. Si la hipoxia letal no acaba con el atleta es porque las células resisten vivas hasta cinco minutos.
Otra de las capacidades sobrenaturales que desarrollan es la de comprimir los esfínteres arteriales. Esta habilidad consiste, lisa y llanamente, en desviar todo la sangre hasta las partes nobles del organismo: cerebro, corazón y pulmones. Aquí se entra en la ciencia ficción. Sólo algunos grandes mamíferos marinos, como ballenas o delfines, son capaces de manejar el riego sanguíneo a su antojo. Se sabe que una tribu africana del desierto pasa el día a 40 grados y duerme a la intemperie a 0 grados gracias a este misma técnica. La adaptación al medio de estos hombre-pez rebaja también su frecuencia cardíaca en reposo hasta las 22 pulsaciones. Ni el corazón de los grandes maratonianos o ciclistas profesionales late tan poco.
«Porque está ahí»
¿Están locos? ¿Quieren matarse? ¿Por qué bajar tanto? La respuesta al enigma ya la pronunció el alpinista George Mallory a principios del siglo XX, cuando le preguntaron por qué subía al Everest. «Porque está ahí». Mauro Cardarelli confiesa que cuando las condiciones del mar lo permiten se sumerge sin bombona. «La sensación de libertad y de bucear sin el peso del equipo es muy especial», relata. Mariano Crespo comparte la misma opinión y la ilustra con una comparación: «Es como navegar a vela o hacerlo con motor. Cuando se bucea sin equipo se percibe de verdad ese mundo silencioso . No hay burbujas que modifiquen la escena, puedes escuchar hasta la mordedura de un pez».
El almuñequero Antonio Jerónimo, experto pescador a pulmón y varias veces campeón de Andalucía, señala que ver a los peces «en su ambiente» es precioso. «No sabes qué vas a ver cada vez que bajas y es muy emocionante bordear unas rocas y encontrarse con un banco de peces nadando en libertad». Para quien quiera acercarse al submarinismo en general y a la apnea en particular el mensaje es unánime: formación y sentido común.
Jerónimo conoce numerosos casos de personas que, confiadas en su buena forma física, han desafiado al mar con nefastas consecuencias. «Yo mismo, en Palma de Mallorca, las pasé canutas porque se me bloqueó la glotis». Junto a los dos mandamientos anteriores, un último consejo: en ningún caso hay que bucear en solitario.