jaribas
18th September 2008, 21:30
Un buzo profesional sufrió heridas y casi muere asfixiado tras ser rozado por una ballena franca austral cuando nadaba ayer a 12 metros de profundidad en "Bahía Craker", dentro del Golfo Nuevo y cerca de Puerto Madryn, en Chubut.
Cuando se topó con la ballena, Fabián Quiroga, de 36 años, recolectaba cangrejos y "arañas de mar" en las profundidades de la bahía, al sur de Península Valdés, contratado por el Centro Nacional Patagónico (Cenpat).
"No ví al animal cuando se aproximaba y sólo alcancé a percibir como una nube que se desplazó cerca ya que, a decir verdad, no hay mucha luz abajo", dijo a Télam el buzo, que ayer fue dado de alta en la clínica privada en la que fue internado.
"La ballena me debe haber tocado con una de las aletas, nada más. De ninguna manera puede hablarse de que me aplastó o algo por el estilo porque si hubiera sido así no lo estaría contando", relató.
Con más de 15 años de experiencia en exploración subacuática, Quiroga temió por su vida: "Pensé que me iba a morir cuando perdí el regulador de oxígeno que se me salió de la boca -dijo-, tras lo cual sentí un fuerte dolor en el pecho y en la espalda que golpeó sobre los tubos".
El buzo sobrevivió gracias a los sistemas de flotación y cintos estabilizadores que tuvieron un papel central en la emersión, que se produjo "boca arriba" a 500 metros de la costa, de donde fue rescatado por la lancha que aguardaba en la superficie y trasladado de urgencia.
"La verdad que volví a vivir y pensaba en mis hijos cuando subía aunque tenía las piernas dormidas, no las sentía, y me imaginaba paralítico postrado sobre una silla de ruedas" reveló el buzo que, de acuerdo al parte médico, no tiene grandes secuelas más que una lastimadura en la cadera.
Sin antecedentes.
Este tipo de contactos entre ballenas y buzos no tiene antecedentes pues el cetáceo, a pesar de su tamaño gigantesco, tiene un gran dominio de su cuerpo y es sensible a cualquier movimiento en las profundidades.
Cuando se topó con la ballena, Fabián Quiroga, de 36 años, recolectaba cangrejos y "arañas de mar" en las profundidades de la bahía, al sur de Península Valdés, contratado por el Centro Nacional Patagónico (Cenpat).
"No ví al animal cuando se aproximaba y sólo alcancé a percibir como una nube que se desplazó cerca ya que, a decir verdad, no hay mucha luz abajo", dijo a Télam el buzo, que ayer fue dado de alta en la clínica privada en la que fue internado.
"La ballena me debe haber tocado con una de las aletas, nada más. De ninguna manera puede hablarse de que me aplastó o algo por el estilo porque si hubiera sido así no lo estaría contando", relató.
Con más de 15 años de experiencia en exploración subacuática, Quiroga temió por su vida: "Pensé que me iba a morir cuando perdí el regulador de oxígeno que se me salió de la boca -dijo-, tras lo cual sentí un fuerte dolor en el pecho y en la espalda que golpeó sobre los tubos".
El buzo sobrevivió gracias a los sistemas de flotación y cintos estabilizadores que tuvieron un papel central en la emersión, que se produjo "boca arriba" a 500 metros de la costa, de donde fue rescatado por la lancha que aguardaba en la superficie y trasladado de urgencia.
"La verdad que volví a vivir y pensaba en mis hijos cuando subía aunque tenía las piernas dormidas, no las sentía, y me imaginaba paralítico postrado sobre una silla de ruedas" reveló el buzo que, de acuerdo al parte médico, no tiene grandes secuelas más que una lastimadura en la cadera.
Sin antecedentes.
Este tipo de contactos entre ballenas y buzos no tiene antecedentes pues el cetáceo, a pesar de su tamaño gigantesco, tiene un gran dominio de su cuerpo y es sensible a cualquier movimiento en las profundidades.