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Semidan
7th October 2007, 00:42
Hola a todos. Me llamo Nicolás y tengo 15 años. Vivo en Gran Canaria y no hace mucho que empecé a practicar este deporte. Mi afición al mar y el vivir en una isla incentivaron aún más mis ganas de probar nuevas SENSACIONES bajo el mar. Con tubo o botella, con aletas o sin ellas, armado con mi cámara o únicamente con mis ojos, intento cada vez que puedo, darme una escapada al gran azul.

Estas que os cuento a continuación son mis pequeñas historias de buceo. Mejor o peor contadas, espero que les hagan recordar sus maravillosos primeros momentos en esta fantástica afición que nos une.


De cuando buceé junto al capitán Garfio.
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En esos últimos día he estado bastante ocupado con el principio del curso, intentando estudiar el máximo posible y buceando por supuesto. Con lo que me ha sido entre difícil e imposible el hacer la crónica de la limpieza de Arinaga y las dos siguientes.

En este post comentaré todo lo que me ocurrió el fin de semana pasado en la dicha limpieza. Ahí por fin pude conocer a Anatolia, y buceé con ella y Pedro. Todo fue fantástico, y dada mi impaciencia para contarlo todo empezaré por el principio.

La noche anterior y la anterior a ésta empezaron las negociaciones. Yo quería ir, ya tenía el curso. Pero mi padre es un ser único, difícil de entender, pero si te lo currar, moldeable para algunas cosas.

Vi el post que comenzó Ñandú con la inmersión. Era en Arinaga, en la playa, aunque yo, hasta el último momento creí que era en dónde íbamos siempre, a la parte del famoso “camino de cabras”.

Cuando vi el acontecimiento escrito se me iluminó la cara. No había podido participar en el anterior en la playa de las Canteras. Dado que, aparte de no tener el curso completo ese día tenía una inmersión del mismo. Esta ve juré que no me lo perdería.

Al principio las negociaciones fueron difíciles, sin resultados aparentes. Empecé con mi madre, le dije que Sol, Doris en el foro, se había ofrecido amablemente a llevarme y traerme de vuelta (menuda gracia si no me trae, es broma). Pero tras horas y horas de súplicas, veía que esto no marchaba bien. Entonces también se ofreció Anatolia, pero Pedro también iría. Y a él mi madre algo conocía, muy poco, pero algo. Entonces dichas negociaciones empezaban a tomar forma y veía que alguna posibilidad podía haber.

Ahora tocaba el siguiente paso, mi padre. También fue difícil, así que dejé todavía un día de margen para él. Y, justamente la víspera lo conseguí, me dijo que me llevaría, puesto que no conocía a los que yo le había nombrado. Así que con la misma avisé a Anatolia para que no me viniera a buscar y me explicara un poco cómo iría la cosa.

Ya era de día, y en un momento nos arreglamos muy monos para salir guapos a la calle, rumbo a Arinaga. Por el camino en el coche mi cara no podía dejar de sonreír, una sonrisa de oreja a oreja.

Llegamos a la gasolinera, y mientras yo miraba hacia los laterales en busca de la Gallina Verde para alquilar los equipos mi padre conducía por la recta dónde se suponía que estaría la gente. Yo me había confundido, la tienda en cuestión no estaba en la calle principal, sino una más adentro. Y la gente tampoco estaba en esa calle, estaba en otra cambiándose.

Entonces, nervioso, llamé primero a mi casa, a que mi tía cogiera mi móvil y me dictara el número de Anatolia, así podría llamarla y pedirle ayuda. Tras los nervios iniciales la pude llamar. Y en un momento vino hacia dónde estábamos nosotros Álvaro Ojeda, dueño de la Gallina Verde.

Esa era la primera persona que conocía ese día. Muy amable nos condujo hasta su tienda y nos dio todo lo necesario para la inmersión. Estuvimos hablando durante ese tiempo, mientras observaba atónito su tienda. No era la primera que visitaba, pero si la segunda, y me gustaba estar allí.

Cargados y preparados buscamos el lugar de la inmersión, otra vez confundidos dimos unas cuantas vueltas por allí hasta encontrarnos con la calle en cuestión. Estaba custodiada por un chico, que nos dejó pasar indicándonos lo que debíamos hacer.

Allí llegamos desorientados, tardé poco en divisar a Pedro, y a Sol. Ella se presentó a mi padre y nos explicó un poco como iba a ir todo. Entonces vino Pedro y pude conocer a Anatolia. Era la simpatía en persona, no me conocía sino del messenger y me trataba como si fuéramos íntimos, la verdad es que todavía no he conocido a nadie por el foro que no me haya gustado.

Hechas las presentaciones nos hicimos unas fotos el grupo de conocidos. En ellos estaba Irene, Juan, Oliver, Anatolia, Sol, Pedro y más, que ahora no recuerdo su nombre. Entonces seguimos a lo nuestro montando los equipos. En medio de todo eso vimos venir a Oli, nuestro gran amigo e instructor. Cómo siempre simpático nos saludó y fue a prepararse para la inmersión.

Como siempre con algunas peleas para colocarnos el equipo estábamos todos listos. Nos acoplamos al grupo con el que nos sumergiríamos mi padre y yo. Y, según nos dieron las bolsas, partimos hacia el gran azul. Pero no sin antes agobiarnos un poco más sacándonos fotos variadas. Cuando parecíamos ya listos para ella los fotógrafos dijeron que ese no era el lugar idóneo para la foto, y, cargados y exhaustos nos tuvimos que cambiar de sitio.

Por fin terminado todo entramos a agua. Todos nos dividimos por la playa en pequeños grupos, ocupando así más terreno y limpiar mucho más. Creyendo que ya iba a poder empezar con la inmersión mi padre vio que tenía demasiado poco plomo. Así que ya en el agua estuvo haciendo maniobras para quitarme a mí y ponérselos él. Con el pequeño detalle de que meterle la cincha a la hebilla de plástico de mi cinto era un trabajo de chinos.

Mientras, Anatolia y Pedro nos esperaban amablemente. Así que diez minutos después, y mi padre con la mitad de su botella empezamos la inmersión, esta vez, únicamente en busca de basura.

Al principio he de decir que se veía entre poco y nada. Si te separabas medio metro de tu compañero estabas perdido, no había profundidad, cómo mucho tres metros a lo sumo, pero visibilidad, la justa. Lo que si vi casi todo el tiempo fueron las aletas amarillas de Pedro, creo.

En unos momentos nos separamos, mi padre y yo por un lado y Anatolia y Pedro por otro. Cómo todavía íbamos de pareja seguimos hacia delante, con el fin de encontrarlos. Llegamos hacia los primeros riscos que vi de la inmersión, una gran piedra pareció darnos la bienvenida, a la par que por fin encontramos a la pareja perdida. En esa zona, y por muy poco tiempo se pudo ver a más de un metro, aumentando la visibilidad considerablemente.

De ahí en adelante esta bajó, pero no como antes, ya que ahora nadábamos por encima de los riscos, no de la arena.

O mucho después de eso, y gracias a Anatolia pude ver mi primer choco. Era pequeño, y me costó poder verlo, ella tuvo que acercar su mano para que yo lo pudiera ver. Pero parecía tan lindo allí solo, en el sitio y moviendo sus pequeños tentáculos.

Pasada la “embobación” del momento continuamos por allí intentando coger basura. Entonces vi que Anatolia me llamaba, había encontrado un muñeco del capitán Garfio y me lo estaba regalando, era la primera vez que me regalaban algo bajo el agua.

Junto con una bonita lapa que había cogido con anterioridad, metí a Garfio en el bolsillo del chaleco, a la espera de poder disfrutarlo y agradecérselo después en tierra.

También encontró una espada, resultó muy graciosa blandiéndola bao el agua. Yo la verdad es que no encontraba nada, salvo pequeñas colillas posadas en el fondo. Pero si no veo un choco delante de mis narices poco más de basura vería.

Por esa zona encontraba botellas rotas, pero no sabía si cogerlas, a lo mejor allí vivía algún animalito, y yo no sería quién le quitara su casa. También me encontré con una especie de palo de madera, o algo así. Le pregunté a Anatolia si lo cogía y me dijo que no. Después me explicaría que era una especie de pez. Uno el cuál si lo tocas suelta un líquido blanco, imaginaos el nombre que se le puede dar a una cosa alargada en forma de tubo que echa un líquido blanco si lo tocas. No hace falta usar muchas neuronas, no hace falta.

Gracias a mi padre no podía hundirme, iba en todo momento con la botella en superficie, pero él tampoco pudo. En realidad, Pedro tampoco, así que la única con el lastre en su justa medida era Anatolia. Pensando un poco se me ocurrió la idea de coger una piedra y meterla en la bolsa, así la podría usar de lastre y se acabaría el problema.

Al final me sirvió, no mucho pero si algo y así seguí el resto de la inmersión. Siempre, pero siempre, mi padre ve más cosas que yo. La verdad es que si yo le digo que vi algo él me dice que también lo vio, y que vio muchos más del tipo, y que vio también otras cosas, que yo no. Será que él está más acostumbrado que yo a esto del agua y de la vida marina, porque yo no veo nada.

A unos veinte minutos de empezar mi padre entraba en reserva, la salida no estaba lejos, pero era mejor salir ya en estos casos, podía no estar lejos, pero era difícil. Pedro y Anatolia siguieron durante un rato más, y mi padre y yo partimos hacia la playa, no con mucha basura, y con la piedra todavía en mi poder. Las rocas de la salida estaban a medio metro de la superficie, por lo que no estábamos, literalmente, arrastrándonos. Pero es que el principio de la playa estaba aún a cuarenta metros.

En ese momento y tras mis súplicas decidimos quitarnos las aletas y seguir a pie. Pero había que tener cuidado con los erizos, nunca me he clavado ninguna de sus púas, así que preferiría seguir sin hacerlo.

Por fin, tierra firme, sin rocas ni erizos peligrosos pululando por allí. Según llevamos nos recibió un amable chico que nos cogió las bolsas. La mía aún tenía la piedra, pero ya nada se podía hacer por salvarla. Subiendo por la cuesta un niño nos preguntó que habíamos cogido, en ese momento estaba cansado y no le respondí, me quedé algo alucinado con la pregunta, pero se ve que la imagen que damos los buceadores es la de pescar, no la de ver, fotografiar o grabar, la de pescar.

Ya ni rocas ni arena, acera, llana y simple acera. Dónde nos cambiamos y vestimos, metiéndolo todo en su sitio y hablando con todos de nuestras experiencias. Álvaro estuvo por allí, interesado también en lo que vimos e hicimos. Como ya dije, es una persona muy amable.

Todos cambiados vimos como estaban repartiendo unas camisas muy bonitas allí en un banco, y decidí coger dos, una talla S color azul para mí, y una talla XL blanca para mi padre. Debí hacer cogido otras dos de colores inversos para cada uno, pero pensé que a lo mejor no habría para todos. De todas maneras me encanta mi camisa azul de la limpieza de Arinaga, y la exhibo con mucho orgullo.

Ahora tocaba devolver los equipos, y a eso íbamos, a mi padre le dolía la espalda, así que todo lo cargué yo, que poca vergüenza pensé, pero bueno, no había alternativa. Muchas veces él ha soportado el peso de mi equipo.

Con nosotros fueron Anatolia y Pedro, y justo en ese momento ella me regaló una pegatina que había comprado en Hawai expresamente para mí, la esperaba desde hacía tiempo, cuando todavía andaba por Hawai y me la enseñaba por la cámara web.

Juntos fuimos a una cafetería dónde estaban el resto de los amigos que antes nos habíamos sacado la foto. Allí me presentaron como el cronista del foro, y no me extraña, estáis leyendo el porqué de la presentación. La verdad es que todos fueron la mar de simpáticos y amables con mi padre y conmigo.

Nos tomamos unas Coca-Colas mientras hablábamos de la cara de terrorista que tenia Anatolia en la foto de su carné, o sobre la procedencia de las latas de refrescos, ya que los ingredientes estaban en holandés y su procedencia estaba en “Neederlands” o algo así.

Tomado el aperitivo fuimos hacia dónde comeríamos, creo que lo pagaba CajaCanarias, al igual que la blusa y el resto de cosas por allí. Y que puedo decir de ello. Un lugar muy acogedor, con magníficas vistas al mar. El buen tiempo y la buena compañía hicieron de aquella la mejor comida en mucho tiempo. Aunque los platos en sí no me gustaran mucho, el resto hizo de aquello na velada inolvidable.

Allí mi padre y Pedro conversaron durante un buen rato, así me aseguraba la inmersión del día siguiente con él y Anatolia. Ya que mi padre no iba a querer ir y tenía que conocer con quién iría. Llamadme interesado, pero en realidad todo en esta vida se hace por interés. Y si no, por obligación.

Allí, y sin ánimo de dar envidia había de todo. Un montón de amigos; infinidad de latas de refresco y de cerveza, cuya tapa era algo rara pero práctica; comida para reventar, desde mojo escaldado hasta una inmensa paella, la cuál fotografiamos varios allí, pasando por unos ricos mousse de gofio y chocolate. En realidad esa última parte la de los postres fue la más graciosa, el camarero vino tres o cuatro veces diciendo que algunos de los platos pedidos no estaban, o estaban malos, o no se que historia. Viniendo repetidas veces hasta conseguir hartarnos.

Habían pasado ya dos horas y media desde que nos sentamos, con la barriga llena y cansados, el buceo parece que cansa, nos fuimos, despidiéndonos de todos los que conocíamos. Uno de ellos fueron Oli y Luz, los instructores de mi curso.

No me he de olvidad de que por fin conocí a Nandu, muy simpático él, como todos allí la verdad, se presentó. Y contó algunas cosas, entre ellas que un día no había llevado la cámara a algún sitio y que el caballito que vio se puso muy mono él de perfil y embarazado.

Otra cosa que me pasó fue que al ir al baño, más o menos pasada hora y media desde el principio de la comida. Un hombre me para y me pregunta que cuándo traen allí la comida. No se si lo conocía o no, ni siquiera si está en el foro. Sólo me acuerdo de que me quedé con cara de asombro, le contesté lo primero que se me vino a la cabeza y me fui, extrañado por supuesto pero me fui.

Pues ya estábamos comidos, ya tocaba regresar. Pero jamás olvidaré esa inmersión, auque la verdad, a veces son mejores las anécdotas con los amigos que la propia inmersión.


Esta ha sido la grandiosa crónica de mi primera inmersión después del curso de buceo, el primero también. Ahora mismo todo está siendo nuevo, la cosas más insignificantes para otros para mí son cosas fascinantes, alucinantes. Todavía me quedan por escribir dos crónicas pendientes, pero lo haré mañana. Son demasiado bonitas para recordarlas a la vez.

Para cualquier cosa mi Messenger es alfajulietalfa@hotmail.com Me gustaría compartir SENSACIONES y experiencias con vosotros. Muchas gracias por la atención prestada. Hasta la siguiente historia. Un Saludo, Nico.

jaribas
7th October 2007, 06:35
No pierdas esa ilusión y te aseguro que cada inmersión será un mundo de SENSACIONES que podrás compartir con mucha gente Nico.
Gracias por la narracion.

Semidan
9th October 2007, 00:22
Gracias a vosotros por el trabajo de leerla, que se que cuesta. Yo al terminarlas no las leo. :D Gracias, y en especial a ti Ángel, gracias a ti he arendido mucho de este mundo. :)

Un saludo.
Nico.