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Semidan
27th August 2007, 23:16
Hola a todos. Me llamo Nicolás y tengo 15 años. Vivo en Gran Canaria y no hace mucho que empecé a practicar este deporte. Mi afición al mar y el vivir en una isla incentivaron aún más mis ganas de probar nuevas SENSACIONES bajo el mar. Con tubo o botella, con aletas o sin ellas, armado con mi cámara o únicamente con mis ojos, intento cada vez que puedo, darme una escapada al gran azul.

Estas que os cuento a continuación son mis pequeñas historias de buceo. Mejor o peor contadas, espero que les hagan recordar sus maravillosos primeros momentos en esta fantástica afición que nos une.


La muerte de la cámara.
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Hoy pensamos en ir a la playa algo más tarde, tirando hacia las cuatro de la tarde, a esa hora dónde no te congelas bañándote y hace mucho sol. Tras toda la preparación del equipo la noche anterior, gafas, tubo y cámara. Fui al encuentro del que me acompañaría ese día en el agua, Hector. Un amigo conocido de la infancia y que vive cerca de mi casa y de la de mi abuela.

Caminamos un trecho hasta la parada de la guagua (bus) y hablamos por el camino de nuestras cosas: chicas, fútbol, bicicletas, etc... Casi llegando a la parada vimos cómo se marchaba y corrimos hacia la siguiente parada, que no quedaba muy lejos de aquel lugar, supusimos que nos daría tiempo. Tras trescientos metros corriendo todo lo que pudimos, no valla a ser que tuviéramos que esperar media hora para la siguiente, llegamos a la parada justitos de tiempo, que casi la perdemos.

Ya subiendo a la guagua y sacando el dinero le preguntábamos que a dónde iba, y contestó que al “Goro”. Nosotros íbamos a “Melenara”. Después de molestarnos y hablar allí mismo de todo un poco llegó la siguiente. Subimos, esa si iba a nuestro destino.

No tardó mucho en llegar, mientras, y cómo ya se nos habían acabado los temas de conversación, decidimos mirar a través de los cristales, a las personas, el paisaje, los coches...

Llegamos, hacía buen tiempo y la playa tenía la bandera verde, buena señal. La verdad es que estaba demasiado llena para nuestro gusto, así que decidimos ir a “El charco”. Era, y cómo su propio nombre indica un charco de gran tamaño y de un metro y veinte más o menos de profundidad en la mejor parte. El mismo que había usado para bucear con Saúl hace no mucho.

Por el camino nos sacamos unas fotos con un buen fondo, me encanta la fotografía, así que buscaba buenos “planos” para sacar otras. Hice algunas más hasta llegar al lugar indicado.

Mientras poníamos las mochilas en el suelo para sacar las cosas, gafas y tubo, y meter nuestras ropas veíamos el mar, estaba en calma y la marea baja. Yo cogí lo necesario para poder estar un rato observando los peces y me metí en un momento en el agua. Mi compañero no trajo nada para bucear, y no tenía ganas de meterse en el agua, decía que tenía frío. Y puede, por su temblique de después sin todavía haberse metido en el agua, que hasta sea verdad.

Al principio de entrar, cómo siempre, no vi nada. Pero al cabo de pocos segundos empecé a divisar peces. Durante un rato los observaba y me quedaba embobado mirando hacía ellos. Hector por fin decidió meterse en el agua, casi ayudado por mí al fin lo consiguió. Durante un rato más practiqué las maniobras para quitar el agua del tubo, eso sí, intentaba mojar al máximo a mi compañero, y el vaciar las gafas bajo el agua. Lo de vaciar las gafas al principió no lo conseguí, pero tras hacerlo un par de veces con soltura creo que más o menos lo tengo ya solucionado. Mañana practicaré más, sobre todo el del vaciado completo de las gafas, que es el que tengo más verde.

Hector se marchó enseguida del agua, con la típica excusa del frío y fue a por una toalla. No les mentiré, yo estaba temblando, pero mis ganas de seguir observando los peces, y unas chicas que se metieron también con tubo en el charco me quitaron las ganas. Antes de que se marchara Hector divisé una lapa, pero la perdí de vista al volcarse, y se quedó camuflada en las rocas. Fijándome en los peces divisé lo que yo creo que fueron “peje verdes”, doradas y una única y pequeña fula, de un color violeta, y muy bonita.

Pronto encontré otra lapa, y sumergiéndome un poco la cogí, no fue a la primera, pero al fin lo conseguí. Mirando hacia donde estaban las chicas encontré un numeroso grupo de lo que yo creía que eran doradas, en un espacio muy reducido, por lo que creo que comían algo.

No tardé tampoco demasiado en salir del agua, pero pasé de coger la toalla, no hacía tanto frío. Temblaba y hacía mucho viento, pero no tenía el suficiente frío cómo para ir hacia la mochila, abrirla y sacar la toalla, para después tener que cerrar otra vez la mochila y tener que volver hasta el lugar dónde estaba Hector.

Tras un pequeño descanso de unos quince minutos volví a entrar en el agua, esta vez lancé el típico escupitajo a las gafas, cosa que se me olvidó antes y que por ello se me empañaron u poco las gafas. Durante el descanso en tierra, las chicas habían estado hablando de la existencia de erizos por el lugar, hecho que no desconocía, pero que no vigilaba del todo. Así que esta vez estaría más pendiente.

El segundo baño duró ciertamente menos que el primero, por el frío acumulado, y, sobretodo, por la masificación a la que estaba siendo sometida el charco, antes solitario. La gente se tiraba sin preocuparse de que levantaban partículas y estas se quedaran en suspensión, quitándome gran visibilidad y me arrebataban un precioso espacio para maniobrar. Por esos motivos decidí salir. Mientras salía me di un buen susto, mirando por debajo del agua dónde apoyaría las manos, vi, no muy lejos de mi a dos grandes erizos, que, ciertamente me asustaron. En esos momentos decidí salir por otra parte del charco, algo más difícil, pero sin erizos a la vista.

Hector se alegró de verme por fin fuera del agua, al tener frío no se encontraba muy cómodo que digamos allí, lo salvaba que había algunas chicas pululando por el lugar y algo se entretenía el chaval.

Secos y cambiados partimos hacía Telde, nuestra querida Telde. Antes de marcharnos del lugar tenía la intención de fotografiar una playa que se encontraba a unos cuantos kilómetros de distancia, Tufia, y que se veía cómo una montaña preciosa en otra isla, era una foto maravillosa, y encima una barca de pescadores pasaba por allí, cosa que podía aprovechar para sacarla con el fondo antes citado. Pero resulta que la cámara se estropeó justo en ese momento, y no me dejó sacar foto alguna, pasados los pescadores y caminando lejos de allí decidí, cabreado, pararme en un banco para mirar lo que pasaba, tras muchas vueltas y algún que otro zarandeo parecía que funcionaba otra vez, así que, mirando unos árboles me vino otra vez la inspiración. Mi plan era sacar un trozo del tronco de los árboles y de fondo las hojas de otros tantos y el mar y la arena. Sacada esa foto la cámara no volvería a funcionar, en breve explicaré el porqué.

Caminando hacía el lugar correspondiente, la parada, y pensando si comeríamos en un bar de la playa o, en cambio iríamos a comer en alguna cafetería de nuestro barrio decidimos optar por la segunda opción y comernos allí un helado, típico de las islas, en un cucurucho tres sabores: coco, fresa y vainilla, y todos con mucha azúcar. Mientras esperábamos a la llegada de la guagua fuimos comiéndonos el helado, que, la verdad, duró muy poco.

Tras otro camino en guagua contemplando el paisaje en general y las féminas en particular llegamos a nuestro destino, San Gregorio. Allí seguimos debatiendo sobre dónde comeríamos y de cuando dinero disponíamos, de hecho, disponíamos de siete euros justos y más o menos calculábamos que nos daría para dos hamburguesas y dos refrescos. Y así fue, en la misma plaza fuimos a una cafetería y pedimos justamente eso. Mientras, contemplábamos a un señor muy particular, el cuál gritaba en vez de hablar y se pasaba la mayor parte del tiempo llamando a las camareras o cantando. Cosa que nos resultó graciosa.

Después de la comilona nos despedimos y quedamos para otra fecha hacer diversas otras cosas. Espero que cosas, relacionadas con el mar...

Llegué a mi casa, y, aprovechando que mi madre iba a tender me llevé la cámara para la azotea, la cuál está a tres pisos y tiene muy buenos paisajes a fotografiar. Decidí sacar una foto de la antigua iglesia de San Gregorio, y la bonita plaza, con un fondo de montañas y cielo azul. Pero, las fotos ya no salían, la cámara había muerto.

Era ya mi segundo cabreo, estaba atónito ante lo que sucedía e impotente. Fui hacia el cuarto de pileta, dónde estaba la lavadora y cerré la puerta, en la oscuridad total para que no se velara ninguna foto miré cuál era el problema. Lo que pasaba era que esa rueda a la que se le da vueltas en las cámaras baratas para sacar la siguiente foto seguía sin parar, y no me dejaba hacer la siguiente foto. Había perdido una tuerca y ya era inservible. Entonces decidí sacar el carrete, todavía en la oscuridad, y lo llevé a revelar, esperando que alguna saliera. Según me dijo el encargado de la tienda y fotógrafo, la cámara estaba rota. Es lo que tienen las baratas, que no duran. Ahora espero a mañana que salgan, a ver si salen, las fotos. Si salen ya la pondré por el foro.


Esta ha sido la crónica de un día en Melenara, una fantástica playa en una maravillosa isla cómo es Gran Canaria. Espero que les halla gustado leerla tanto cómo a mí escribirla, hasta la próxima.

Para cualquier cosa mi Messenger es alfajulietalfa@hotmail.com Me gustaría compartir SENSACIONES y experiencias con vosotros. Muchas gracias por la atención prestada. Hasta la siguente historia. Un Saludo, Nico.