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The diving journalist
1st July 2011, 09:26
El Parc Subaquàtic es una rica reserva marina localizada desde hace 16 años en la ‘escullera’. Se pueden encontrar desde cangrejos hasta huevos de tiburón, entre otros animales exóticos


En 1994 se hundía el mercante ‘Sa Dragonera’, que a 25 metros de profundidad, en el extremo sur del rompeolas del puerto de Tarragona, lleva más de 16 años convertido en refugio de miles de peces. Es la piedra angular del Parc Subaquàtic, una reserva ambiental que se puso en marcha a mediados de los 90 con un doble objetivo: facilitar el buceo sin la presencia de agentes externos y contribuir, en tanto que zona acotada, a la regeneración ecológica de las aguas.
La Societat d’Exploracions Submarines (SES) de Tarragona impulsó este proyecto, haciendo gala de su carácter siempre pionero: más de medio siglo de inmersiones, multitud de hallazgos arqueológicos en la costa –entre ellos el Sarcófago de Hipólito o las columnas romanas del Miracle– y figuras insignes como Maria Teresa Oliva de Doménech, tarraconense erigida en una de las primeras buceadoras de toda España.

600 inmersiones
La SES y el Centre d’Estudis del Mar han puesto fin a una serie de estudios de las profundidades realizados durante años. Se han inventariado centenares de especies, se han cartografiado y grabado los fondos, todo a base de una labor desinteresada, resumida en varias cifras: 600 inmersiones en los últimos tres años, 700 kilos de basura extraídos anualmente, además de la abundante flora y fauna catalogada.
En la reserva se han inventariado 267 especies, algunas excepcionales, pero lo más importante es que prolifera la diversidad en otros rincones de estas aguas: 197 especies detectadas en en la Punta de la Móra y 207 en el Miracle, como afirma Carmen González, doctora en Biología y licenciada en Ciencias del Mar: «La gente se cree que debajo del mar puede haber un bosque tropical pero es mucho más. En Tarragona hay mucha riqueza».

Meros y barracudas
Entre toda la diversidad, destacan especies de carácter excepcional: desde huevos de tiburón encontrados en la costa hasta cangrejos, pasando por algunas especies sólo presentes en el norte de África y en la costa italiana, así como gorgonias –el paso previo al coral– que en el Cap de Creus habitan a 40 metros de profundidad y aquí se pueden encontrar a sólo 10. También se pueden avistar meros, langostas, boquerones y barracudas.
Otra especie poco habitual en las aguas tarraconenses es la escorpora, encontrada a unos 12 metros. «En principio, no debería estar a esa profundidad», añade Carmen. «El medio marino es muy frágil y se le puede hacer mucho mal. Hay que educar a la gente en la conservación de los ecosistemas, de todo el rico patrimonio que hay bajo el agua», cuenta Joan Bonfill, vicepresidente de la Federació Catalana d’Activitats Subaquàtiques y hasta hace poco presidente de la SES.

Convivir con la química
La conservación se consigue poco a poco, en base a las campañas de sensibilización y a la industria, cada vez más concienciada. «Tenemos que convivir con las químicas, que cada vez comprenden mejor que en el mar no todo vale», comenta Carmen González. Una de las conclusiones de los análisis realizados por la SES y el Centre d’Estudis del Mar arroja la existencia de una abundante pradera de Cimodocea Nodosa, esto es, flora que se extiende por playas como la del Miracle, que genera una gran cantidad de oxígeno y que sirve para fijar los fondos arenosos. «Los bañistas deben aprender a convivir con las algas, por ejemplo, cuando llegan a la playa, o con los peces que se encuentran», comenta Carmen.
Todos estos avances e investigaciones se han conseguido con escasos medios y muy poca inversión, a través de aparatos rudimentarios como dragas manuales o sistemas de grabación de vídeo elaborados por los propios submarinistas.
Dada la intensa actividad –en el Parc Subaquàtic de la escullera se llevan a cabo unas 5.000 inmersiones al año, incluyendo submarinistas llegados de otros países–, tanto la SES como el Centre d’Estudis del Mar quieren culminar todas estas acciones con la ubicación de un museo con marcado carácter didáctico y de difusión de los resultados y los hallazgos obtenidos. Se trata de una antigua reivindicación. «Nos hemos ido reuniendo con las administraciones y les ha gustado mucho la idea. Han mostrado interés», explica Bonfill.
Esa futura instalación fomentará también el respeto hacia el mar. «Nuestra intención es difundir todo lo relacionado con el mar y crear una herramienta docente para estudiar este medio», asume Joan Bonfill, esperanzado en que el proyecto museístico, que incluiría también un centro de estudios oceanográficos, se pueda materializar en algún edificio cercano al Port o en la primera línea de costa.



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