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Nospiramosa
15th June 2011, 19:07
Nos piramos a Cabo de Gata del 17 al 19 de Setiembre 2010



Viernes, 17 de septiembre de 2010

Demasiados nervios, demasiadas noches sin dormir, demasiados momentos que quería que pasasen ya. No podía evitar sentirme como mis alumnos cuando se van de excursión, así como una niña con muchísimos nervios. A la una sonó la campana, bajé alumnos al patio, comí algo y esperé ansiosa. No tenía apenas hambre a las 2 llegaría Ángel a por mí y después recogeríamos a David y a Gema. La emoción por volver a bucear, el miedo, esa sensación de locura me transformó y sabía que durante ese viaje me sentiría la niña más feliz del mundo, durante esas horas de camino por la carretera solo pensaba en llegar a Cabo de Gata en correr por la playa en bañarme, en bucear y como no en poner caras reales a los que hasta ahora solo había hablado por facebook o por móvil.


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El camino se hizo largo, y pesado pero cuatro en un coche no nos podíamos aburrir.
Al pasar por Granada y ver el Mulhacen allí a lo lejos, desee quedarme allí, subir a la cima, como tantas otras veces había soñado, pero que por unas cosas u otras nunca había estado allí. Pero no ibamos a eso sino a bucear.
Ya serían cerca de las diez cuando el GPS indicó que quedaban 10 minutos para llegar a las Hortichuelas, pero… ¿Dónde estaban las Hortichuelas? Los metimos a la izquierda tal y como se indicaba y nadie conocía nada hasta que al final nos dijeron que había varias Hortichuelas, sin cobertura en el movil conseguimos llegar hasta una especie de urbanización donde ponía “Las Hortichuelas Bajas”.
Llegamos hasta el Cortijo y allí nos indicaron como llegar a la casa de Laura y Raquel, donde se estaba cenando. Allí conocimos a todos, un poco cortados al principio, pero solo al principio. Presentaciones, comida, risas, abrazos, y muchas conversaciones que hacían que los nervios por bucear al día siguiente se disparasen más y más.
Nos fuimos a coger las casas que si elegimos esta que si nos quedamos con la de enfrente…un poco de discrepancias nos hicieron que conociéramos a los vecinos de enfrente.


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Teníamos ganas de fiesta y de bailar y yo sobre todo de bañarme en la playa, aunque fuera tarde. Nos fuimos a Las Negras y allí en una terracita estuvimos a punto de quedarnos, pero ¿Dónde estaba la marcha? Nos fuimos los cuatro a un lugar de bailoteo cerca de la playa, pequeñito pero cuco, donde se podía beber y bailar. Las horas se hicieron cortas y la Luna Creciente ya no podía con nosotros. ¡Si queríamos bucear había que irse a la cama! Teníamos nuestros sueños, nuestras ilusiones, nuestros deseos, pero como niños pequeños los ocultamos dentro.


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Sábado, 18 de septiembre de 2010


Nervios, puro nervio, a las 7 de la mañana ya estaba despierta con las zapatillas deportivas puestas y con ganas de quemar toda la adrenalina que tenía en sangre, salí a correr pero la verdad es que el pueblo se me quedaba pequeño.


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A las 8 menos cuarto ya estábamos en el Cortijo desayunamos y yo confesé mi miedo, mis nervios, y me dijeron que iría alguien que sabía siempre a mi lado, eso me tranquilizó bastante.
Nos bajamos a la playa de los Escullos y los dividieron en grupo Avanzado y los que solo teníamos el Open.

Ponerse el traje y todos los bártulos de buceo costaron un poquito, suerte que aún no hacía mucho calor y no era agobiante. La inmersión la hicimos desde la playa, yo bajé con David y Gonzalo. Hubo poca fauna que ver, pero la maravilla de sentirme rodeada de agua por todas partes y disfrutar como una enana me hizo olvidar los miedos. Signos de Ok por todos los lados, praderas de poseidoneas, erizos de mar, estrellas y algunas castañuelas es lo que vimos en esta inmersión.


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Nos duchamos y nos fuimos a tomar unas cañas a un pueblo de al lado, más grande. Donde los pinchos hicieron de comida, donde el calor nos inundaba. Cuando llegamos al pueblo yo no me encontraba muy bien, pero eso no podía quitarme las ganas de bucear, tal vez fuera esa sensación de relax que se te queda cuando has estado nerviosa mucho tiempo, tal vez fuera el calor, o que no bebí mucho agua.

Pero aún así a las 4 ya estábamos en el barco dispuestos a tiranos al azul, iríamos a la Cueva del Frío. No había cueva, pero si una chimenea, y morenas… y erizos… y castañuelas… Pasamos por el arco de San Juan donde nos entró frío por una termoclina que había.


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Yo ya lo tenía casi decidido buceaba por la noche y a la mañana el domingo me quedaba en la cama, si, era la mejor decisión. Así que casi seguido nos fuimos a la Isleta del Moro, no sin antes comerme ese suculento donuts que me ofreció Laura. En esa inmersión iba poco lastrada y estaba todo el rato subiéndome para arriba así que mis lastres en ese caso fueron los 4 kilos que llevaba y Gonzalo que evitaba que me fuera a la superficie ahora sí y ahora también. Estaba vez vimos a los peces dormidos, a un pulpo, sepias, un bogavante y muchas, muchas, muchas castañuelas.

Cuando se terminó la inmersión nos fuimos a la barbacoa, no sin antes irnos a pegar una duchita de agua caliente. La barbacoa nos sintió de gloria. Estaba todo riquisimo y empezamos a relacionarnos cada vez con más gente. No se si fueron los cahipiriñas pero ya me desinhibí totalmente, donde estarían mis miedos y mi vergüenza de no conocer a nadie. Intenté hablar con casi todos, risas y más risas, anécdotas, fotos, comida y alcohol, una combinación perfecta.


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No obstante nosotros quisimos volver al mismo sitio de la noche anterior. Se vinieron con nosotros cuatro Andrew y Héctor, aunque ellos se retiraron antes.

Hubo demasiado alcohol y demasiada noche.

Domingo, 19 de septiembre de 2010

A la mañana siguiente tempranito cuando aún mis compañeros dormían decidí hacerme la que sería mi última inmersión. Me dirigí al centro de buceo y conseguí que hubiera sitio en una inmersión de barco.


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Fuimos a las Amatistas, donde había muchísima más fauna que otros días y el fondo marino tenía formas peculiares, que yo siendo novata me sorprendían. Bancos de meros estaban encima de nuestras cabezas, bancos de castañuelas jóvenes y adultas nos rodeaban, algún bivalvo grande, muy grande, y más estrellas y erizos.
En esos momentos sentí que bucear no solo era un deporte sino que me producía placer, un placer inexplicable con palabras.
Al llegar a casa les encontré despiertos, una duchita, hacer el equipaje y vuelta a la civilización de la gran ciudad.

Fue un viaje emocionante, intenso, con sus más y sus menos. Fue un viaje para disfrutar, para reír, para conocer gente y los que nos conocíamos para intentar conocernos más. Para sentirse rodeada de agua por todas las partes y ver el azul de otra manera.


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Fue un viaje particular en el que todos aprendimos algo, en el que todos nos echaremos de menos.