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Ver la versión completa : Buceo en el Ártico: nueva opción ecoturística



The diving journalist
12th April 2011, 13:47
Así como en la montaña se puede tra*zar una línea altimétrica por enci*ma de la cual se detiene el bosque en razón del rigor excesivo del clima, así tam*bién es factible definir en la Tierra una línea que delimita las regiones donde ya no crecen árboles. En ciertas zonas, esta línea se encuentra al norte del círculo po*lar Artico y sigue el paralelo 75 norte: en otras regiones, por el contrario, descien*de más al sur; pasa cerca del cabo Chur*chill; en el Canadá, atraviesa Nome, en Alaska, y alcanza el paralelo 56.

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Así como en la montaña se puede tra*zar una línea altimétrica por enci*ma de la cual se detiene el bosque en razón del rigor excesivo del clima, así tam*bién es factible definir en la Tierra una línea que delimita las regiones donde ya no crecen árboles. En ciertas zonas, esta línea se encuentra al norte del círculo po*lar Artico y sigue el paralelo 75 norte: en otras regiones, por el contrario, descien*de más al sur; pasa cerca del cabo Chur*chill; en el Canadá, atraviesa Nome, en Alaska, y alcanza el paralelo 56.

Es difícil describir las regiones árticas si no es a grandes rasgos: soplan allí impe*tuosas ventiscas; los inviernos son largos y excesivamente fríos; los veranos cortos; raras las precipitaciones, y el suelo está permanentemente helado. Hoy, sin embargo, vivimos un día perfec*to, casi templado. Los buceadores de nuestro equipo, en su mayoría originarios del mediodía francés y habituados a las cálidas aguas del Mediterráneo, del mar Rojo y de los atolones del océano Indico, se sienten revivir en la tibieza que nos ro*dea por primera vez en varias semanas. Naturalmente, cuando se sumergen no sentirán nada de esto a través de la tem*peratura del agua. Pero, por lo menos, al aire libre y en seco, el mundo parece me*nos hostil.


Pormenores del buceo en el Artico

En el curso de las precedentes semanas, un equipo formado por mi hijo Philippe, Christian Bonnici, Ivan Giacoletto y François Dorado, ha afrontado la temible prueba de las inmersiones en el océano glacial Artico. El buceador que se intro*duce por un agujero del hielo en estas aguas a veces a menos de O °C se siente presa de angustia. A medida que se aleja de la superficie y penetra en la profundi*dad del mar, se pregunta si podrá volver a salir otra vez, y no cesa de mirar hacia arriba para asegurarse de que podrá en*contrar el camino. Pero el agua está tur*bia, cargada de plancton; el hielo es grue*so y no deja pasar la luz. El buceador na*da en lo que le parece un inmenso túnel de hielo. Una fuerte corriente le arrastra a veces bajo las bóvedas blancuzcas de la banquisa, y su cámara corre peligro en todo momento de quedar bloqueada por el frío.

Los buceadores, al emerger, a duras pe*nas pueden describir lo experimentado. Bajo el agua, aunque protegidos por un doble traje de buceo, sienten sobre todo su cuerpo los pinchazos de miles de alfile*res. Los miembros se ponen rígidos; sus músculos se endurecen como el metal, parece que su organismo se transfor*mara en acero. Y es como si el frío penetrara en la médula de los huesos. Nuestros buceadores han descendido ya hasta los 30 metros. Su primer encuen*tro ha sido con una medusa; inmóvil, con todos los tentáculos desplega*dos, el celentéreo se deja llevar a la deriva hacia el norte, a merced de la corriente.


Fuente: http://www.acn.com.ve