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The diving journalist
11th March 2011, 11:26
El fotógrafo avilesino Xuaco Fernández recupera material sobre el trabajo de los grandes buceadores de la comarca

Se cansó de buscar en el desván de su casa los restos de aquella historia de buzos que tanto le llamaba la atención. A Xuaco Fernández, de Avilés, fotógrafo y funcionario, siempre le llamó la atención el fondo marino y allí encontró una de sus aficiones, la mayor: el buceo. Y para bucear hace falta paciencia. La misma de la que tuvo que armarse para poder recopilar la historia que queda de los buzos asturianos.

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En Asturias hubo grandes profesionales que se dedicaron a rastrear el fondo marino «y no para hacer fotos», explica. En cada villa marinera, las que tenían los grandes puertos, no faltaban los buzos. Tampoco en la construcción de grandes instalaciones hidráulicas donde a falta de los ordenadores y robots actuales, eran las personas las que bajaban al fondo, con escafandra, para observar, comprobar, trabajar. Se iniciaban en esta profesión con sólo 15 años.

Xuaco Fernández se detuvo un día en su casa a pensar en estas historias del mar profundo y no dejó de sentir un poco de vértigo, pese a ser buceador. «En Asturias hay muchas historias de buzos que no se contaron», señala. Este fotógrafo decidió entonces recopilar material y formar con él una exposición que luce estos días en Puerto de Vega, pero antes lo hizo en Navia, Castrillón, Luanco y Oviedo. Él asegura que el Occidente asturiano tiene un gran tesoro que mostrar: grandes historias de buzos que permanecen en el olvido. Por eso su intención es localizar a las personas, todavía vivas, que participaron en la construcción y mantenimiento de los puertos, y a sus familiares. Quiere revivir historias pasadas, buenas y malas, y que pasen a formar parte de las leyendas y batallas de los puertos, de las villas de mar. Dice Xuaco Álvarez que estas historias están casi escondidas. Hace no tantos años los buceadores se jugaban la vida en un entorno hostil. «Es un oficio que requiere mucha profesionalidad», comenta. Pero pocos conocen de él.

Los buzos de escafandra no viajaban a la Luna, pero sí se encontraban de repente trabajando en un lugar «que no es para el ser humano». Lo que un buzo puede ver cuando baja cerca de un puerto es «agua turbia, arena movida». Además de sentir sensaciones «raras», a que las tiene que acostumbrarse. «Y cada historia tiene sus entresijos», añade Fernández. De Figueras eran dos buzos que murieron frente a la casta santanderina, cuando trataban de comprobar el estado de un barco que transportaba carbón y que quedó varado.

«Les explotó en la cara». El fotógrafo , armado de paciencia, espera encontrar en la costa del Occidente estas historias de buzos de cobre que lamenta que están desapareciendo.

Las nuevas tecnologías, los grandes equipos y la robótica, los sustituyen. Pero su recuerdo, queda. Xuaco Álvarez espera ayudar y una respuesta del Occidente para su nostálgica labor.

Fuente: http://www.lne.es