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The diving journalist
16th February 2011, 09:56
Por: Tania Navarro

Una historia apasionante

Situado a unas seis millas al sur de Mallorca, el archipiélago de Cabrera está constituido por 14 islotes y la isla del mismo nombre. Cabrera es la isla de mayor tamaño no poblada del Mediterráneo español, pero ello no es óbice para tener una historia apasionante.

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Nunca contó con ninguna población estable, lo cual resulta algo sorprendente dada su proximidad a Mallorca, la tradicional riqueza pesquera de sus aguas y la presencia de un magnífico puerto natural.

Los primeros indicios de presencia humana se remontan a la época de bronce, de ella quedan restos talaióticos, que quizá corresponden a ocupaciones temporales del islote.

En los siglos siguientes, Cabrera fue lugar de descanso y refugio de cartagineses, fenicios y romanos en sus rutas comerciales; ánforas y pecios son parte del legado sumergido que dejaron estos pueblos, testimonio de la cultura mediterránea.

Durante el siglo XVI, serían los piratas turcos y berberiscos los que utilizasen el archipiélago y su puerto natural como base para sus incursiones a la costa sur de Mallorca. Para defender las islas de estas invasiones se construyó en la entrada del puerto, el castillo, una maravillosa obra arquitectónica totalmente integrada en el paisaje. La fortificación parece haber brotado de las entrañas de la tierra y aparece como una prolongación natural de la montaña, dominando toda la ensenada de la isla.

Del año 1808 al 1814 tiene lugar un macabro episodio en la isla, que supone la historia negra de este archipiélago. Después de la derrota infringida a las tropas de Napoleón en la batalla de Bailén, unos 9.000 prisioneros franceses son confinados en Cabrera y abandonados a su suerte. Durante seis largos años el Mediterráneo será el único carcelero que les mantiene confinados. Los asesinatos, las enfermedades y la falta de alimento y agua menguarán a la población, de la cual sólo sobreviven 3.600, que son liberados en 1814. Si visitamos el castillo, observaremos en sus paredes morbosas inscripciones que en su día escribieron los reos franceses.

Hoy día, Cabrera se ha convertido en un auténtico tesoro biológico, una maravillosa reserva para contemplar y gozar con el verdadero Mediterráneo. Es el destino buscado por numerosos navegantes en las jornadas estivales para disfrutar de sus magníficos paisajes. Sus aguas y sus islotes albergan multitud de especies amenazadas desde plantas, reptiles, aves, diversas especies marinas... Cabrera se ha constituido en una auténtica reserva de biodiversidad.

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Los muros verticales que se precipitan bruscamente hacia la profundidad, con grandes bloques al pie de las paredes, es el paisaje que domina en las inmersiones de Cabrera.

De todo el archipiélago, el buceo sólo está permitido en una zona restringida en la que bucearemos rodeados de enormes e innumerables meros. Observaremos, de cerca, a uno de los reyes del Mediterráneo, antiguo dominador de los fondos rocosos y hoy día prácticamente desaparecido en casi toda la costa española.

Los fondos marinos albergan maravillosas y variadas inmersiones: restos de pecios cargados de ánforas, paredes de grandes gorgonias rojas (Paramuricea clavata), cuevas submarinas con coral rojo (Coralium rubrum), grandes praderas de posidonia (Posidonia oceánica) con campos de grandes nacras (Pinna nobilis), el molusco más grande del Mediterráneo, etc. La excepcional visibilidad, de hasta 50 metros, hace que disfrutemos al máximo en nuestros paseos submarinos.

Las mejores inmersiones

No tendremos la oportunidad de observar todas las posibilidades de inmersión debido a las restricciones de submarinismo impuestas por la normativa del parque. La zona de inmersión más popular está en las inmediaciones del Cap Llebeig, situado a la salida del puerto de Cabrera. Se trata de un acantilado abrupto cuyas paredes se precipitan bruscamente hacia la profundidad. Así, a la hora de sumergirnos debemos prestar atención al profundímetro.

Debido a las excepcionales condiciones de buceo, con visibilidades en torno a los 50 metros, y la verticalidad de la plataforma marina, la sensación de descender no es tan evidente como puede serlo en condiciones menos favorables. Por ello, es fácil ensimismarse con el disfrute de la inmersión y presentarnos en profundidades comprometidas en torno a los 40 metros.

El atractivo de las inmersiones en esta zona está en la abundancia y variedad de peces que veremos. Enseguida apreciaremos el denominado “efecto reserva”, por la elevada presencia de especies de peces casi aniquilados en la gran mayoría de nuestras costas: corvinas, abadejos, meros, etc.

Esta zona del parque es la más transitada por los buceadores atraídos por la concentración de grandes meros (Epinephelus marginatus) que llegan a superar la treintena de kilos. Los meros se aproximan a distancias mínimas a los buceadores debido al hábito adquirido de recibir comida, a pesar de que está prohibido por la normativa del parque.

Para aprovechar al máximo la inmersión, lo recomendable es descender directamente a la profundidad máxima (30 a 40 metros), donde transcurrirán muy veloces los minutos observando los grandes meros y los grupos de enormes dentones. El limitado tiempo de permanencia a esta profundidad nos obligará a ascender, poco a poco, a aguas más superficiales. Allí podremos agotar nuestra inmersión, al tiempo que realizamos nuestra parada de seguridad, contemplando el bellísimo paisaje submarino de las aguas poco profundas, donde nadan grandes bancos de sargos. Los amantes del detalle disfrutamos aquí con el recubrimiento de los bloques rocosos, las paredes y los extraplomos.

Los abusos del hombre

Dentro de las aguas del parque, la pesca profesional continúa practicándose. El trasmallo, la moruna, el palangre son las artes más frecuentes utilizadas por la flota profesional que faena en las aguas del archipiélago. El efecto reserva que explica la recuperación de los cardúmenes de ciertas especies de peces (meros, dentones, etc.), se debe a la total prohibición de la pesca submarina. El Parque Nacional de Cabrera es la prueba evidente del daño de esta modalidad deportiva. La única limitación que existe, frente al resto de la costa mallorquina, es la imposibilidad de practicar la pesca submarina, una actividad que ha aniquilado numerosas especies de los fondos rocosos (mero, corvinas, etc.) a lo largo del litoral mallorquín.

Cabrera es una isla de vida dentro de un mar sobreexplotado y casi agotado por el abuso del hombre. Constituye el sueño de un Mediterráneo futuro con un mar rico, recuperado, respetado y racionalmente explotado.

Para que esta utopía se haga realidad queda un extenso camino, a lo largo del cual el hombre tiene que aprender que su identidad va ligada a la naturaleza que nos rodea.

FUENTE: www.yumping.com