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The diving journalist
9th February 2011, 23:29
Cocoteros, verdísimas montañas e interminables playas de arena blanca es lo que ofrece la península de Samaná. Aunque, entre enero y marzo, hay que añadir el espectáculo de las ballenas jorobadas apareándose en este rincón paradisíaco de la República Dominicana.


Al llegar Cristóbal Colón por vez primera a tierras americanas definió a La Española, isla en la que se ubica la República Dominicana, como "una bella isla paradisíaca con altas montañas boscosas y grandes valles y ríos". Hoy, 500 años después, el país es un irisado tapiz entretejido con influencias españolas, francesas, haitianas y africanas.



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Idílicas palmeras, sol garantizado, mar azulísimo y arena blanca conforman la prototípica imagen de una forma de hacer turismo en la que siempre, al fondo, aparece un descomunal resort. Sin que esto sea del todo desdeñable, el viajero se perderá la verdadera esencia del país si no disfruta de la verdadera fiesta sensorial de sus deslumbrantes paisajes, de su exótica cocina y de la diversidad de opciones de ocio y entretenimiento.



Este cóctel resulta especialmente exquisito si a la emoción rítmica del merengue le añadimos las intrigantes y majestuosas reliquias de los siglos pasados, sin olvidar unos tabacos de primera y un ron de caña irresistible.


Aunque si buscas verdadera naturaleza, Samaná es el destino perfecto. Situada en la costa noreste del país, la península de Samaná, con sus numerosos lagos y sus paisajes marinos constituye el relieve geográfico más extraordinario de la línea costera del país.


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Además, la historia de Samaná está repleta de peripecias. Cristóbal Colón llegó a detenerse aquí, aunque la zona permaneció virgen hasta 1756, cuando la gente comenzó a emigrar de las islas Canarias. Pronto, debido a su situación, se convirtió en guarida para los piratas. Luego Napoleón Bonaparte fue su dueño durante un corto período y después fue habitada por esclavos americanos liberados.


La mezcla, tanto de razas como de culturas, es el fundamento de su larga historia: son americanos descendientes de habitantes afroamericanos, mezclados con europeos de Francia, España e Italia. Esta mezcla de culturas aporta una gran diversidad culinaria e incluso una importante diferencia en el idioma.


A pesar de esta fusión omnipresente, la belleza de Samaná reside en su simplicidad. Playas inmaculadas dan paso a arrecifes de coral de vibrantes colores, mientras prodigiosas cascadas en las montañas del interior atraviesan exuberantes bosques.
Pero este destino ecoturístico tiene su culminación entre el 15 de enero y el 15 de marzo. Samaná es uno de los más grandes lugares de cría de la ballena jorobada. Cada año, acuden a este rincón caribeño para cumplir con el ritual del cortejo y el apareamiento. Tras una larga temporada en las regiones árticas, llegan a esta bahía y permanecen en ella durante tres meses. Una vez en el Banco de la Plata, las ballenas se reproducen en un espectáculo que se puede contemplar sin alejarse mucho de la costa. La Playa del Cosón es el lugar perfecto para hacerlo.


Impresiona ver cómo los machos, de más de cuarenta toneladas de peso, emergen del agua y dan un salto prodigioso intentando atraer a la hembra. Los que no lo consiguen prueban a seducirlas a través de una canción que sólo ellas pueden escuchar en un radio de alrededor de 30 kilómetros. Pasados tres o cuatro meses y después de dar a luz a los pequeños ballenatos, sus madres dan por finalizado el espectáculo y preparan el regreso hacia los mares árticos.



Otra de las playas más espectaculares es Playa Bonita, de diez kilómetros de extensión y centenares de cocoteros, en la que la que se puede practicar el surf, windsurf o el submarinismo. La isla de Cayo Levantado, situada a la entrada de la bahía de Samaná, cuenta también con dos playas idílicas de arena blanca y cocoteros.


Al sur de la bahía de Samaná se halla el Parque Nacional de los Haitises, una vasta zona de lomas rocosas, manglares, ríos y pequeñas islas llamadas mogotes. Esta zona aparece pletórica de una increíble fauna: más de 100 especies protegidas de pájaros, manatíes, tortugas marinas, murciélagos y grandes reptiles, como la boa.



La espesa cortina que forman las raíces de los manglares está formada por una floresta tropical húmeda, prácticamente inaccesible, formando un ecosistema favorable para la supervivencia de especies animales amenazadas.


FUENTE: http://www.publico.es