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jaribas
22nd January 2011, 20:37
Paraíso de hippies en los años 70, Bali combina pacíficas playas volcánicas, magníficos templos y mucho exotismo.

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Allá por la década de 1970, grupos de hippies norteamericanos y europeos descubrieron que el paraíso estaba en Bali. Y no se los puede acusar de haber exagerado demasiado, ya que allí encontraron todo con lo que un joven “alternativo” podía soñar: playas vírgenes para surfear, una colorida y exótica espiritualidad, gentes amables y tolerantes, un verano eterno...

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En aquel entonces, la isla más famosa de las miles que conforman Indonesia, era un territorio prácticamente inexplorado por el turismo, un sitio de enorme belleza natural, con pueblos de pescadores, verdes arrozales escalonados y posadas al pie de la playa, donde la vida transcurría al ritmo intermitente de las lluvias tropicales. Hoy las cosas ya no son tan idílicas como entonces, pero Bali continúa siendo uno de los imanes más poderosos para los viajeros que se animan a cruzar el mundo hasta el Sudeste Asiático, en busca de exotismo y aventuras.

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La puerta de entrada a la isla es Denpasar, la capital y sede del principal aeropuerto, una ciudad demasiado bulliciosa que tiene como gran atractivo a sus grandes mercados, como el Badang y el Kumbasari, dos gigantescos laberintos en los que se ofrecen artesanías y productos naturales llegados de todos los pueblitos de Bali. Muy recomendable es pasearse una noche por los mercados nocturnos de Malam Pekambinan o Kereneng, y probar las delicias de la comida popular balinesa que se ofrecen en puestos callejeros (los warung). Una vez visitados los mercados y el colonial museo de Bali, ya no hay tiempo que perder en la estresante capital y se impone el momento de lanzarse a las playas.

Playas blancas, arena negra
Kuta es la playa donde primero anclaron los hippies de los 70, por lo que su nombre resuena a vida ligera, surf y movida nocturna. Esto se confirma sobre todo en las céntricas calles Poppies Lane, Legian y Benesari, en torno de las cuales se concentra la mayor parte de los bares, restaurantes, hostels, discotecas y tiendas de casi cualquier cosa. Kuta, obviamente, no es un lugar para descansar sino para disfrutar del combo playa-surf-fiesta nocturna. Es un lugar de jóvenes (muchos de ellos australianos) que suelen estar de juerga hasta la madrugada, haciendo escalas en sitios emblemáticos como Sky Garden Lounge, Ocean Beach Club y un sinfín de pequeños bares en los que suelen tocar bandas de rock y reagge en vivo.

Como es lógico, el momento más tranquilo de Kuta es la mañana (cuando todos los juerguistas duermen), que se puede aprovechar para tomar clases de surf o simplemente tirarse en la playa, antes de que desembarquen las muchedumbres.

Saliendo de Kuta hacia el norte se encuentran las playas de Legian y Seminyak, que tienen una impronta similar pero son infinitamente más tranquilas por las noches. Hacia el sur hay destinos menos “juveniles” que se han ido desarrolando mucho durante los últimos tiempos, como Jimbaran, una zona plagada de imponentes resorts de cadenas internacionales que se encuentra en medio de un estrecho, por lo que tiene playas que dan tanto a la costa este como a la oeste de la isla. Apenas unos pocos kilómetros más al sur aparece Nusa Dua, otro pedazo de paraíso de arenas blancas y palmeras que rozan el mar, que concentra los hoteles de mayor lujo y coquetos campos de golf.

Si bien en todos estos lugares siempre hay algo de color local, no dejan de estar dominados por la estética del turismo masivo. Así que una buena forma de encontrarse con playas típicamente balinesas es rumbear hacia el norte de la isla, con la proa puesta hacia Lovina Beach. Siguiendo la línea de la costa oriental, a mitad de camino, está Candidasa, un antiguo pueblo de pescadores de playas pequeñas y arenas negras, que es uno de los escenarios de buceo más importantes de todo Bali, una lugar famoso por sus arrecifes de coral y por la variedad de su fauna marina. Y dando la vuelta a la isla se llega a Lovina, también de arenas volcánicas y rodeada de pequeños pueblitos donde todavía las cosas se parecen a cómo las encontraron los hippies en los 70.

Hacia el corazón de la isla
El verdadero espíritu de Bali no está en las playas sino en las montañas, donde se encuentra ese fabuloso entramado de templos y pueblos de tradiciones milenarias por el que Bali es llamada “la isla de los dioses”. Ya sea desde Kuta o Denpasar, para llegar al corazón de la isla hay que circular por un laberinto de sinuosas rutas de montaña, en las que el viajero se puede deleitar con ese maravilloso espectáculo que constituyen los arrozales escalonados, una increíble paleta de pintor con infinitas tonalidades de verde.

La ruta que lleva a Ubud –el pueblo más encantador del Bali profundo– va enhebrando arrozales, tiendas de artesanías y warungs ruteros, junto a los cuales siempre hay chozas sin paredes –refugios para la lluvia– donde muchos balineses suelen transcurrir buena parte del día, simplemente viendo pasar la vida y caer las gotas del cielo.

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Ubud es un sitio muy bohemio, lleno de atelliers de pintores, estudios de talladores de madera y galerías de arte, rodeado de verdes colinas y que es una buena base para viajar hasta los templos de Tanah Lot, Taman Ayun y Besakih, el gran templo de la religión balinesa (que combina hinduísmo y budismo), situado al pie del Monte Agung. Y también el magnífico Ulun Danu Brantan (o simplemente Pura Brantan), uno de los templos más hermosos y visitados de la isla, que parece flotar sobre las aguas de una laguna de aguas oscuras.

Las danzas balinesas
Ubud es, además, un sitio ideal para disfrutar del teatro y las danza típicas de Bali. Cualquier noche, en alguno de los teatros al aire libre de la céntrica calle Jalan Raya Ubud es posible ver representaciones de los famosos títeres de sombras balineses, que interpretan fragmentos del relato mítico del Ramayana.

Otro espectáculo imperdible son los conciertos de orquestas gamelan, integradas por una infinidad de exóticos gongs y xilofones artesanales, que suelen estar acompañados por delicadas bailarinas, vestidas de rojo y oro. También en el centro de Ubud tienen lugar representaciones de esa extraña e hipnótica danza de exorcización que es el kecak. Retratado en filmes documentales como “Baraka”, el kecak es un rito interpretado por 100 hombres de torsos desnudos que se mueven como una especie de ola enloquecida y murmurante.


Al final de las representaciones (que suelen tener lugar al caer el sol) no hay plan mejor que comer alguna delicia en alguno de los restaurantes de la Jalan Raya, y luego hacer un caminata hasta la Monkey Forest, uno de los lugares mágicos de Ubud. Paseando entre galerías de arte y tiendas de talladores de madera (los artesanos de Ubud están entre los más afamados de toda Indonesia) se llega hasta ese parque urbano donde los monos viven a sus anchas en un marco de vegetación desbordante. Los chillidos de los simios, que saltan entre las copas de los árboles, sumado a la llovizna noctura hacen que el parque parezca un sitio casi irreal, como Bali misma.